documentos
Holmes llevaba varias horas sentado en silencio, con su larga v delgadaespalda doblada sobre un recipiente químico en el que hervía un preparadoparticularmentemaloliente. Tenía la cabeza caída sobre el pecho y, desdedonde yo lo miraba, parecía un pajarraco larguirucho, con plumaje gris mate vun copete negro. —Y bien, Watson —dijo de repente—, ¿de modo que nopiensa ustedinvertir en valores sudafricanos?Di un respingo de sorpresa. Aunque estaba acostumbrado a lasasombrosas facultades de Holmes, aquella repentina intromisión en mispensamientos más íntimosresultaba completamente inexplicable. —¿Cómo demonios sabe usted eso? —pregunté.Holmes dio media vuelta sin levantarse de su banqueta, con unhumeante tubo de ensayo en la mano v un brillo burlón en sushundidos ojos. —Vamos, Watson, confiese que se ha quedado completamenteestupefacto. —Así es. —Debería hacerle firmar un papel reconociéndolo. —¿Por qué? —Porque dentro de cinco minutos dirá usted quetodo era sencillísimo. —Estoy seguro de que no diré nada semejante. —Verá usted, querido Watson —colocó el tubo de ensayo en Susoporte y comenzó a disertar con el aire de un profesor dirigiéndose asuclase—, la verdad es que no resulta muy difícil construir una cadena deinferencias, cada una de las cuales depende de la anterior v es, en sí misma,muy sencilla. Si después de hacer eso se suprimen todaslas inferenciasintermedias v sólo se le presentan al público el punto de partida v la conclusión,se puede conseguir un efecto sorprendente, aunque puede que un tantochabacano. Pues bien: lo cierto esque no resultó muy difícil, con sóloinspeccionar el surco que separa su dedo pulgar del índice, deducir con todaseguridad que no tiene usted intención de invertir su modesto capital en lasminas deoro. —No veo ninguna relación. —Seguro que no; pero se la voy a hacer ver en seguida. He aquí loseslabones que faltan en la sencillísima cadena: Uno: cuando regresó anochedel club, tenía usted tiza...
Regístrate para leer el documento completo.