Don Juan Tenorio Y Donjuanismo.

A la atención de Antonio Lorenzo para FIN DE SEMANA

DON JUAN TENORIO TRIUNFA EN EL ESPAÑOL Ladevéze Ningún comentario más expresivo para describir el éxito que sigue teniendo don Juan Tenorio , el díscolo y aventurero personaje reinventado por Zorrilla, que un aforo diariamente repleto como el que le recibe y aplaude, sesión tras sesión, en el teatro Español. ¿Cúal es la razón del interés, muchomás espontáneo que reflexivo, del espectador madrileño por este ya manoseado y tópico Don Juan? El mérito de Zorrilla consistió en conseguir que su personaje representase algunos rasgos típicos y, a la vez, contradictorios de la virilidad española, de ese especial machismo ibérico, a la vez prepotente y vulnerable, arraigado en una tradición secular para el cual la mujer es, a la vez que objetode conquista, ideal sublime al que el más fiero domador de corazones al final acaba por rendirse. Es esa mezcla de valores contrarios, en la que buceó el romanticismo con el fin de profundizar en los equívocos de la pasión y de exaltar el exotismo de los sentimientos, lo que Zorrilla consiguió sintetizar en su personaje. El arquetipo transmitido por la tradición popular de un antihéroe pagado de símismo, símbolo del varón embaucador, cuyo atractivo social se mide por su capacidad para rendir almas femeninas, se convierte en el don Juan Tenorio en un personaje de carne y hueso, con nombre propio, con el que es posible congraciarse a pesar de sus devaneos porque en su propio afán de conquista se halla la causa de que, al final, resulte conquistado. En el fondoDon Juan es un hombresentimental y frágil a pesar de su apariencia dominadora y eso le hace más cercano. Si se piensa un poco, hay muchos motivos para recelar de esta obra de Zorrilla. Su romanticismo desenfrenado, los exagerados rasgos de los personajes y no solo del protagonista, porque también don Luis Mejía merece un comentario. No hay uno, sino dos donjuanes que rivalizan en la escena, lo que pasa es que uno lo es mástodavía que el otro y, en serlo, en exagerar su propia condición, radica la diferencia. El verso, que a veces parece improvisado, lleno de ripios y no siempre medido adecuadamente,

porque algunos octosílabos cuentan nueve sílabas. Los saltos de ritmo de la acción. En fin, se podría uno fijar en muchos aspectos de la obra para argumentar que su éxito es insuficientemente motivado o desmesurado conrelación a sus méritos dramáticos y literarios. Sin embargo, la verdad es que funciona, que la combinación de caracteres, acciones, tema y expresión de sentimientos componen un conjunto en el que los excesos se compensan unos a otros. Incluso los defectos del verso forman parte del encanto de una espontaneidad expresiva que tiene por fin aligerar la compleja y discutible peripecia del protagonista.Tal vez, el mayor mérito de Zorrilla consista en haber conseguido ese equilibrio entre tantos factores llamados a la dispersión. Y el mayor mérito de Gustavo Pérez Puig en haberlos sabido presentar de un modo atractivo. Decoración, declamación y acción son de la marca de la casa. Algo a lo que ya nos tiene acostumbrados, que ya hemos venido viendo en El Español. Decorados clásicos, vestuariocuidadísimo, dinamismo de la escena. No hay momentos parados ni siquiera cuando, para señalar cada acto, desciende el telón. Secundado, como es habitual, por Mara Carretero, Gustavo Pérez Puig hace el teatro que seguramente hubiera gustado ver a José Zorrilla. No hay artificio ni siquiera cuando utiliza procedimientos artificiales. Los actores están vivos en el escenario. El verso es recitado conclaridad y corrección. Juan Carlos Naya hace un Don Juan Tenorio juvenil, decidido, arrogante y retador. Su modo de decir el verso es seguro y nítido. No así Manuel Gallardo en don Luis Mejía, pues la insuficiente modulación de la voz dificulta la comprensión de su dicción. El reparto entre dos actores del personaje de Don Juan es una novedad que introduce Pérez Puig y que no desentona. Ramiro...