Don Pedro Velera Jiménez

Don Pedro Velera Jiménez. Así me gustaría que le recordase su iglesia, la que tuvo que abandonar, presionado por el poder interventor, en 1830.
Don Pedro Valera, como tantos otros ¨hombres de iglesia¨ de estos tres cuartos de isla, es un personaje distante y extraño. El tiempo, y nuestra inmensa capacidad de olvidar, l han ido distanciando de nosotros cada vez mas. ¨ ¿Quién es ese ¨ArzobispoValera¨?
A los más despiertos, al nombre de Valera, se les encenderá un bombillo, y recordaran la novela de Max Enrique Ureña, publicada en Rio de Janeiro en 1944, como parte de su trilogía episodios Dominicanos.
Dejando a un lado su postura política e incluso cierto resabio de grandeza clerical –su celo por restaurar la elegancia en el rito catedralicio aun en medio de la crisis economía del SantoDomingo apenas desembarazados de Francia-, hay que realzar su buen deseo por la formación del clero; para así crea la primera escuela catedralicia, primera semilla d lo que sería luego el Seminario en la época republicana. Y hay que destacar, sin que entren en la aleación elementos extraños, su defensa del patrimonio eclesiástico y hasta del acervo cultural de la nación, cuando calza con su firmauna pastoral en marzo de 1814, ordenando que se devuelvan a la iglesia, bajo pena de excomunión, imágenes, alhajas, muebles u ornamentos arrebatados de templos, conventos o cofradías en todo expolio como tuvo que sufrir la olvidad colonia de Santo Domingo.
Al fin y al cabo, Don Pedro Valera era un símbolo de la rebeldía dominicana que se concretaría ocho años después en aquel grupo de jóvenes quefirmaba con su sangre así eran de románticos, un juramento de Patria.
I. Palabras Liminares
Durante los ocho primeros años de la dominación haitiana, -de 1822 a 1830,- la sociedad dominicana vivió entre continuas alternativas de zozobra y de esperanza. Días aciagos eran aquellos. La voluntad del usurpador era omnímoda. Los dominicanos, no podían ejercitar ningún derecho sino el de obedecer,Constituían una sociedad vasalla.
La universidad, -primera que se fundó en el nuevo mundo- hubo de cerrar sus puertas porque la soldadesca arranco de las aulas a los estudiantes para llevarlos al cuartel.
En 1824 corrió la voz que ya el almirante Ángel Laborde venia de Cuba al frente de esa expedición ¨¡No es un ángel, sino un arcángel vengador!¨ exclamo alguien que gustaba de jugar con palabras. Lafrase circulo de boca en boca, y muchos esperaban verlo aparecer de súbito en el horizonte, blandiendo, como san miguel, la espada resplandeciente.
Al empezar el año 1830, el gobierno español envió a Haití a un dominicano eminente, -Felipe Dávila Fernández de Castro- como emisario especial con plenos poderes para presentar, en forma perentoria su esperada reclamación. Con el rechazo de esta demandapareció que había llegado la hora decisiva; pero el gabinete de Madrid recapacito, alarmado por noticias que obligaron a las autoridades de Cuba y Puerto Rico a reforzar la vigilancia d las costas de una y otra antilla, y resolvió ¨dejar para época más propicia¨ el plan de reconquista del territorio dominicano. Con esta decisión quedo deshecha la última esperanza de los que anhelaban restablecerel dominio español en la Republica Dominicana.
En la habana cultivo la amistad del padre Félix Valera y la del Obispo Espada, que le confió la dirección espiritual de las religiosas de Santa Catalina y Santa Clara.
Valera no era un pensador sino un místico. Puede decirse que, ajeno a las coas del mundo, no entendió jamás los procesos de las ideas políticas de su tiempo. De atribuirle un matizpolítico, habría que clasificarlo como conservador, por su apego a la tradición y a lo ya establecido; pues su ideología en lo que atañe a la cosa pública no iba mas allá del anhelo de conservar lo existente.
Cuando se desvanece el sueño de Núñez de Cáceres, y los dominicanos quedaban sometidos a la dominación haitiana, Valera se yergue en su silla apostólica frente al usurpador. La adversidad...