Donde los angeles anidan
Es un aleteo constante, como el de aves ocupadas en algún encargo de lasaves. Pero no son ellas, no. Yo lo he comprobado esperando que todos los pajaritos ocupen las ramas del almendrón, que es mucho más grande y corpulentoque el almendro y, por lo tanto, le caben más pájaros.
Cuando todos están ordenados e inmóviles en las ramas, cuando los niños no vienen aespantarlos, cuando ningún pájaro parece haber olvidado algo en otro árbol, se siente que alguien transita por las habitaciones del aire, y como el sonido de unapuerta que se abre, como una mirada que nos alcanza mientras miramos a los pájaros detenidos y ellos, a su vez, nos miran, nerviosos, como suelesucederle a las aves que sufren de miedo escénico.
Todo se dispone para escuchar; el calor se posa entre las hojas y el viento se retira. Los pájaroscolaboran para distinguir el extraño aleteo, y aprovechan ese tiempo para pensar, porque alguien les ha dicho que si lo hacen mientras vuelan, corren elriesgo de caer.
Yo sé de esas habitaciones y de las presencias que las ocupan, y lo saben los niños más pequeños, aunque no lo pueden decir. Quien hatenido un hermanito, un nieto, un hijo o un sobrino, puede dar testimonio de que nada se detiene totalmente en torno a ellos, aunque estén dormidos.
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