Dos pesos de agua
Díaque se esfumó rápidamente entre caricias lentas, apasionadas y otras dulzuras que no es el caso mencionar. Cuando debió recoger sus cosas y ordenar sus papeles yo la seguí decerca, rodeándola por la cintura con mi brazo, estrechándola fuerte, besándola y cuando debimos tomar la carretera yo sentía la palma de su mano sobre mi cuello alconducir, o sobre mi muslo y mi pierna derecha que se resistía a acelerar el auto y que hubiera deseado frenar y detenerse en una de esas playas que hay cerca del aeropuerto parazambullirnos y seguir abrazados bajo el agua, viendo los aviones partir el cielo con su radiante línea de bruma.
Pero su avión también partía al final de la noche, así queseguimos abrazados bajo los cocoteros de la isla. Luego, en los ajetreados vestíbulos de las líneas aéreas, ignoramos los llamados urgentes que mencionaban su nombre en losaltoparlantes, hasta que los guardianes de inmigración nos separaron. Cuando ella atravesó las puertas de seguridad no se volvió para mirarme. Su avión partió a las seis deesa mañana. Hasta el último minuto quise imaginar su mano sacudirse y decir adiós detrás de los cristales. No regresó jamás. Otro amor la esperaba.
Fernando Ureña Rib
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