EBOOK SPA Premio Planeta 1958 Pasos Sin Huellas
© Fernando Bermúdez de Castro, 1958 Editorial Planeta, S. A.
A mi padre
CAPÍTULO PRIMERO
A los pocos Df as de mi llegada me embriagué como un patricio de las Guerras Civiles, época en la cual, según he leído, los patricios romanos bebían desmesuradamente. También he leído que ningún mamífero es tan propenso a la melancolía como el homo sapiens,afirmación que juzgo gratuita, pues me consta que existen otros animales tan melancólicos: el asno de mi tío Felipe, por ejemplo; un animal siempre cabizbajo y tristón, cuyos rebuznos, cuando aprieta el calor, expresan la más escalofriante y aterradora de las hipocondrías.
Ateniéndonos a los hechos, mi borrachera nada tiene que ver con el tío Felipe ni con su asno; ni tampoco con la melancolía,estado anímico muy lejano a mí, que si menciono es porque con algo hay que empezar y porque, en cierto modo, por aquellos días mi carácter había perdido parte de su habitual alegría. Y se comprende. Solicitar una beca para ampliar estudios en un país cuya lengua se desconoce, es estulticia comparable a la de intentar extraer agua de un pozo con un cubo sin fondo. Eso fue lo que yo hice. Solicité,conseguí, gracias a mi modesto expediente, lo que quería, y me puse en Londres sin encomendarme a Dios ni al diablo. La imprevisión característica de los Canel, como diría mi tía Martine, quien por francesa y viuda de un español, mi finado tío Jorge, sabe un rato de estas cosas... Y ya habiendo tocado a mi familia, debo confesar que tengo nombre —o nombres— de animal: Martín Canel Cerdá; el primerode ave, el segundo casi de perro, y el tercero, si lo hacemos grave, nombre de puerco. Puede pensarse que, con tal denominación, voy por la vida con un complejo a cuestas, con querencia de tristeza, y que por ello me emborracho como un patricio de las Guerras Civiles. Absurdo e irreal. Yo soy un tipo corriente y campechano, ligeramente ingenuo y poco dado a afectarme por el comportamiento de missemejantes. No, insisto; me embriagué porque estaba levemente irritado con mi imprevisión y porque me encontré con un conocido, una tarde de soledad y aburrimiento.
Mi imprevisión, o si se quiere mi ignorancia del inglés, me hizo pasar malos ratos. Aún recuerdo con bochorno mi entrevista con Mr. Peckham, de la London School of Economics. ¡Qué admirable paciencia la de Mr. Peckham, y qué firme sufe en el hombre como ente racional! Sonreía cual un querube mientras hojeaba mis papeles y trataba de descifrar mi particularísimo inglés. Menos mal que mi amigo Antonio Ordovás me sirvió de introductor. Supongo que por atención a él, alumno de la Casa desde un año antes, fue por lo que Mr. Peckham me dio al final la mano y se despidió con palabras cuyo sentido aún hoy desconozco.
Después dijea Antonio que el inglés era un idioma bárbaro e impropio de una civilización tan brillante como la del siglo XX.
—Tonterías —comentó mi serio amigo—. Te acostumbrarás. Para cambiar ideas con un isleño, sobran trescientas palabras. Se aprenden pronto. Lo esencial es abrir poco la boca y pronunciar con aire desdeñoso. Logrado esto, ya puedes aspirar a un escaño en los Comunes.
Mi amigo AntonioOrdovás, pontevedrés taciturno, ponderado y trascendente, me sirvió de mucho los primeros días. Fue un magnífico, aunque arbitrario, traductor y comentador de las lecciones de la Escuela. Y me llevó a una Academia de Idiomas de Cavendish Square, donde por las tardes pululaba una sórdida y variopinta turbamulta de continentales que ponía la carne de gallina. Me extrañó grandemente que Antonio seencontrase tan a gusto entre italianos mal hablados y franceses equívocos.
Pasaron siete días, y mi amigo recibió el telegrama anunciando la enfermedad de su padre. Creo que adivinó el verdadero sentido de la noticia, ya que aquella misma mañana cogió un billete de avión y se largó a España, vía París.
Y yo, entonces, retorné a la naturaleza, aprovechando los postreros calorcillos del otoño y la...
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