Economía de guerra
Hoy día ya no cabe ninguna duda de que los procesos económicos son en gran medida determinantes de los conflictos bélicos.
Y es obvio también que la propia guerra es unaactividad económica, un “bussines” ordinario de la vida de los que decía Alfred Marshall que se ocupa la economía. Requiere grandes inversiones, mucha fuerza de trabajo, industrias de vanguardia,financiación a largo plazo… La guerra no se improvisa, sino que necesita una planificación milimetrada que implica gestión económica especializada y recursos materiales tan gigantescos como firme sea lavoluntad de victoria. Como decía Napoleón, la guerra es “dinero, dinero y dinero”.
Sabemos que, casi siempre, la guerra es inflacionaria porque implica el fortalecimiento de industrias de demanda aseguradaque tienen capacidad para subir los precios de sus productos. Al mismo tiempo, genera un aumento coyuntural de la actividad económica pero, al estar ligada a sectores de menor efecto multiplicador,realmente improductivos y con menos capacidad de creación de riqueza efectiva, a la postre deprime la vida económica. Lo que tiene que ver, a su vez, con la destrucción que siempre conlleva y con laderivación de las inversiones hacia los activos más seguros pero improductivos.
La guerra constituye un derrame permanente, una fuga de recursos hacia la destrucción –que es lo que en sí mismosignifica- que dejan de ir a los destinos que tienen que ver con las auténticas necesidades humanas.
La guerra tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la obtención del armamento y detodo lo que es necesario para llevarla a cabo y también derivados de las nuevas condiciones productivas que genera. Williams Nordhaus, por ejemplo, acaba de estimar que la guerra de Irak puede tenerun coste de 780.000 sólo como consecuencia de la subida en los precios del petróleo que va a provocar.
Pero además lleva consigo coste implícitos que los economistas llamamos costes de oportunidad...
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