Edipo Rey

(Delante del palacio de Edipo, en Tebas. Un grupo de ancianos y de jóvenes están sentados en las gradas del altar, en actitud suplicante, portando ramas de olivo. El Sacerdote de Zeus se adelanta solo hacia el palacio. Edipo sale seguido de dos ayudantes y contempla al grupo en silencio. Después les dirige la palabra.)

Edipo: ¿Por qué se encuentran así, suplicantes? ¿Por qué están así frente amí?
Sacerdote: La cuidad está afligida por la epidemia, como bien puedes ver. Edipo, por tu gran sabiduría, te imploramos que nos consigas ayuda.
Edipo: El único remedio que he encontrado ha sido enviar a Creonte, hijo de Meneceo, a la morada Pítica de Febo, así puede él enterarse de lo que tengo que hacer para proteger a esta ciudad.
Sacerdote: Qué oportuno. Precisamente éstos me estánindicando por señas que Creonte se acerca.
Edipo: ¡Espero venga con suerte liberadora!
Sacerdote: Por lo que se puede adivinar, viene complacido.
Edipo: Pronto lo sabremos.

(Entra Creonte)

Edipo: ¿Con qué respuesta del oráculo nos llegas?
Creonte: Con una buena. De inmediato diré las palabras que escuché de parte del dios. El soberano Febo nos ordenó resolver el asesinato de Layo, quien enotro tiempo reinó estas tierras, vengándola con el destierro del culpable o con su sangre.
Edipo: ¿En qué país puede estar?
Creonte: Afirmó que está en esta tierra. Por lo que sé, tras Layo haber marchado a consultar al oráculo, no volvió nunca a casa.
Edipo: ¿Y nadie lo vio? ¿Algún mensajero o compañero de viaje?
Creonte: Murieron, excepto uno, que huyó despavorido, quien sólo dijo con seguridadque unos ladrones con los que se tropezaron le dieron muerte.
Edipo: ¿Y nadie nunca dijo algo más?
Creonte: Nadie. Después de su muerte, nadie surgió como su vengador.
Edipo: Yo volveré a sacar su asesinato a la luz y vengaré esta tierra.
Hijos, levántense de las gradas y recojan estos ramos de suplicantes. Que otro congregue al pueblo de Cadmo sabiendo que yo voy a disponerlo todo. Y con laayuda de la divinidad apareceré triunfante o fracasado.

(Entran Edipo y Creonte en el palacio)

Sacerdote: Hijos, levantémonos. ¡Ojalá que Febo, el que ha enviado estos oráculos, llegue como salvador y ponga fin a la epidemia!

(Salen de la escena. Entra Edipo y se dirige al Coro).


Edipo: ¡Les diré a todos lo siguiente: quien sepa por obra de quién murió Layo, le ordeno que me lorevele todo! ¡Ordeno que nadie calle! Y si alguien lo hace, prohíbo que alguien de esta cuidad acoja y dirija la palabra a este hombre. Mando que todos le destierren,según me lo acaba de revelar el oraculo pitico.
Corifeo: Tal como me has cogido inmerso en tu maldición, te hablaré. Yo no le maté ni puedo señalar quién lo hizo. En esta búsqueda, era propio del que nos la ha enviado, de Febo, decirquién lo ha hecho.
Edipo.- Con razón hablas. Pero ningún hombre podría obligar a los dioses a algo que no quieran.
Corifeo.- En segundo lugar, después de eso, te podría decir lo que yo creo.
Edipo.- También, si hay un tercer lugar, no dejes de decirlo.
Coro.- Sé que, más que ningún otro, el noble Tiresias ve lo mismo que el soberano Febo, y de él se podría tener un conocimiento muy exacto, si sele inquiriera, señor.
Edipo.- No lo he echado en descuido sin llevarlo a la práctica; pues, al decírmelo Creonte, he enviado dos mensajeros. Me extraña que no esté presente desde hace rato.
Corifeo.- Entonces los demás rumores son ineficaces y pasados.
Edipo.- ¿Cuáles son? Pues atiendo a toda clase de rumor.
Corifeo.- Se dijo que murió a manos de unos caminantes.
Edipo.- También yo lo oí.Pero nadie conoce al que lo vio.
Corifeo.- Si tiene un poco de miedo, no aguardará después de oír tus maldiciones.
Edipo.- El que no tiene temor ante los hechos tampoco tiene miedo a la palabra.

(Entra Tiresias con los enviados por Edipo. Un niño le acompaña.)

Corifeo: Ahí está el que lo dejará al descubierto. Traen ante ti al sagrado adivino.
Edipo: ¡Oh, Tiresias, que todo lo manejas,...