Editorial

Editorial: Hacia una nueva relación
Trascendental, para decirlo sin ambages, es la visita que hacen desde hoy a Bogotá una treintena de funcionarios de alto nivel pertenecientes al gobierno de Barack Obama y encabezados por el número dos del Departamento de Estado en Washington, James Steinberg. Pero, más allá del tamaño de la delegación, la importancia de la cita radica en su objetivo, pues setrata de redefinir las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, que han estado determinadas desde hace varios lustros por la lucha contra las drogas y el terrorismo.
Eso no quiere decir que el tema vaya a desaparecer del radar, pues en el país siguen operando organizaciones criminales dedicadas al procesamiento y tráfico de narcóticos. Sin embargo, lo que se pretende es abrir el compás ydesarrollar una agenda más amplia, que reconozca tanto las nuevas prioridades que tienen los inquilinos de la Casa Blanca y la de Nariño, como una serie de realidades objetivas que son inocultables.
Para comenzar, la situación nacional es muy diferente de la que existía a finales del siglo pasado, cuando se diseñó y empezó a operar el Plan Colombia. La ayuda económica entregada por el gobiernoestadounidense, cuyo monto acumulado supera los 6.000 millones de dólares, fue definitiva a lo largo de estos años para cambiar la inclinación de una balanza que llegó a estar muy desequilibrada en favor de los violentos y puso en riesgo a las instituciones democráticas.
Mucha agua ha pasado debajo de los puentes desde esa época y, aunque el país no ha superado sus grandes problemas, la tendenciaactual es muy distinta. Los cultivos ilegales se han reducido, decenas de capos de todos los tamaños han sido capturados y extraditados y los ejércitos irregulares que se nutrían de las actividades relacionadas con la cocaína han perdido a miles de combatientes.
A pesar de haber sido efectivo y de tener el respaldo de la mayoría de la población, según las encuestas, el aumento de la cooperaciónnorteamericana no estuvo exento de costos. Uno de los más evidentes fue el paulatino aislamiento de Colombia de la comunidad regional, pues el país empezó a ser caricaturizado como un apéndice del Coloso del Norte. Adicionalmente, todos los demás asuntos de la relación binacional quedaron opacados o condicionados a los avances y eventuales fracasos en un único campo.
Como si lo anterior fuera poco, lasupuesta condición de aliado privilegiado de Washington no le sirvió de mucho a Colombia a la hora de lograr la ratificación del Tratado de Libre Comercio, que todavía sigue en el limbo en el Congreso estadounidense. De hecho, la mayoría demócrata convirtió el tema en un comodín político, que llegó a ser objeto de polémica en la campaña que llevó a Obama a la Presidencia y que puede quedarvirtualmente sepultado, dependiendo del resultado de las elecciones legislativas de comienzos de noviembre.
Ante tales evidencias, un cambio de tercio es justo y necesario. Este implica reconocer que los días del Plan Colombia están contados, tanto por la reducción paulatina de su cuantía como por el hecho de que el erario ha asumido de manera creciente algunas obligaciones, como ocurre con la gasolinade los aviones que se dedican a labores de fumigación de plantíos de coca. Al mismo tiempo, han aparecido nuevas urgencias para Estados Unidos, como la de México, en donde los carteles financiados por el narcotráfico han desatado una grave oleada de violencia.
Si bien algunas de esas variaciones se venían insinuando desde hace meses, no fue sino hasta el encuentro que sostuvieron recientementeJuan Manuel Santos y Barack Obama en Nueva York cuando empezó a trazarse una nueva hoja de ruta. Esta comienza por el establecimiento de un "diálogo de alto nivel entre socios", cuya primera sesión se llevará a cabo mañana en el Palacio de San Carlos y en la que se promoverán los principios de reciprocidad, respeto mutuo y profundización de las relaciones.
En términos prácticos, lo anterior...