Educar la voz interior
John Bradshaw
Vive en Houston donde, aparte de ser consejero familiar, es profesor y monitor de talleres grupales. Su famosa serie de televisión de la BPS le ha hecho tan conocido que sus libros se han convertido en auténticos best-sellers. Es autor de Bradshaw: On the Family; Healing the Shame that Binds You y Homecoming: Reclaiming and Championing Your Inner Child. Como persona tímida que era he debido trabajar duro para llegar a aceptarme plenamente. Gran parte de esa tarea ha consistido en integrar los sentimientos, las necesidades y los deseos ligados a la vergüenza porque las personas tímidas suelen sentirse separadas de muchos sentimientos esenciales y están avergonzadas de necesitar ayuda, de sentir rabia, tris teza, miedo o alegría, de sentir que su conducta es asertiva, de sentirse excitados sexualmente, etcétera. Los tímidos, en consecuencia, tratamos de no sentir lo que estamos sintiendo y de actuar como si no tuviéramos necesidades. Recordemos, por ejemplo, las veces que hemos dicho que estábamos bien cuando, en realidad, estábamos tris tes o enfadados. Del mismo modo, ignoramos nuestra sexualidad y nos comportamos de una manera puritana o bien, por el contrario, la utilizamos para evadirnos de otros sentimientos y necesidades. En cualquiera de los casos, nos hallamos separados de nuestras facetas más vitales -especialmente la sexualidad y los instintos naturales- las cuales, no obstante, tienden a reaparecer en nuestros sueños y en nuestras proyecciones. Jung denominaba sombra a todos los fragmentos enajenados de nosotros mismos, que debemos integrar para poder volver a ser completos.
La voz interna
Robert Firestone denominaba «voz interna» a esa especie de «diálogo interno» que sostenemos con nosotros mismos. Diversos autores han descrito esta voz interna de muy dife rentes modos. Para Eric Berne se trata de una especie de cassettes que recogen unas veinticinco mil horas de grabaciones familiares. Según Fritz Perls y la Gestalt son «voces familiares introyectadas». Aaron, por su parte, las denomina «pensamientos automáticos». Pero sea cual fuere el nombre que les adjudiquemos, lo cierto es que todos nosotros mantenemos este tipo de diálogo interno que, en el caso de los tímidos, suele ser francamente autocrítico. La voz interna de las personas tímidas suelen afirmar que son despreciables, indignos y malvados, contribuyendo, de este modo, a alimentar la imagen de que son niños malos. La voz puede ser exp erimentada como si fuera un pensamiento consciente pero, en la mayoría de los casos, sin embargo, se trata de un pensamiento parcial o totalmente inconsciente. Es por ello que la mayoría de nosotros sólo somos conscientes de la voz en aquellas situaciones tensas en las que nos sentimos avergonzados. Después de cometer un error, por ejemplo, uno puede decirse «¡Qué tonto eres!», «¡Otra vez igual!», «¡No aprenderás nunca!», etcétera. lAntes de una importante entrevista para solicitar trabajo, por ejemplo, a voz puede atormentarnos con pensamientos del tipo: «¿Cómo puedes pensar que estás preparado para asumir las responsabilidades de un trabajo así? Además, estás muy nervioso y ellos, sin duda, van a darse cuenta». Resulta extraordinariamente difícil desembarazarnos de la voz interna debido a la ruptura original del vínculo interpersonal y el establecimiento de esa mediación imaginaria. Cuando éramos niños nos sentimos abandonados (reprimidos, ofendidos, confundidos) y cuánto más severo fue ese abandono m ayor fue la necesidad de crear una conexión ilu soria con nuestros padres. Esta conexión es lo que Robert Firestone denomina el «vínculo imaginario». ...
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