eiktransaketekoestan

Páginas: 140 (34815 palabras) Publicado: 16 de diciembre de 2013








































Primera edición: Octubre de 2007
Diseño gráfico: Cass
Fotografía de la cubierta: BradXpictures / Quickimage
Corrección: Paulino Rodríguez
Edición: Laia Tresserra
Dirección editorial: Lara Toro
© Jordi Sierra i Fabra, 2007
© La Galera, SAU Editorial, 2007
Josep Pla, 9J - 08019 Barcelona
Depósito legal:B-17.772-2007
Impreso en la UE
ISBN: 978-84-246-2698-3

Digitalización y corrección por Antiguo.
Uno

Nunca había estado en una cárcel, y hasta el aire era un prisionero más.
—¿Me deja el DNI?
Se lo entregó al funcionario. Lo examinó como si fuera el primero que viese en su vida.
—Su abogado ha concertado esta cita —casi se vio obligada a decir Carla.
—Sí, claro.
Una estupidez. Se calló.Mejor no abrir la boca. El funcionario tomó finalmente nota de su número y le entregó una credencial.
—Póngasela a la vista —le recomendó—. Y siga las instrucciones de los guardias en todo momento.
—De acuerdo, gracias.
Era un hombre de mediana edad. Aun así, su mirada la desnudó. O tal vez fuese por ello, porque allí no se veían mujeres, y menos como ella, ni mayores ni jóvenes, salvo lasvisitas. Carla se sintió amargada. Las miradas de los hombres mayores siempre la atravesaban. La mayoría de ellos tal vez tuviese hijas de su edad.
—Acompáñenle. —El relevo también la trató de usted.
Se movió igual que un autómata. Mejor dicho, la guiaron. Pasó de mano en mano mientras el eco de sus pisadas resonaba por aquellas paredes vacías y desnudas. Cada puerta que se abría lo hacía conestruendo, y al cerrarse expandía el tono metálico de sus goznes y sus hierros por doquier. Sólo faltaba el sonido de las cadenas, como en los viejos chistes en los que se veía a los condenados con ellas y una bola de hierro, para que no escaparan.
Escapar.
Carla quiso hacerlo.
Siguió caminando. Llegar hasta allí no le había sido fácil. Ahora tenía que verlo.
Saber.
—Espere aquí —le dijo el últimoguardia.
Esperó, nerviosa, con las manos unidas y apretadas al máximo. De pronto tuvo unos incontenibles deseos de orinar, y eso la hizo sentirse más ridícula. Orinar en la cárcel. Ni loca. ¿Y si no había un lugar donde las visitas pudieran hacerlo? Se acercó a la ventana enrejada, para distraerse, y al otro lado descubrió un patio atiborrado de reclusos de todas las edades, pero mayoritariamentejóvenes. Estuvo a punto de soltar un gemido. Se llevó una mano a la boca y lo abortó. Tuvo que mordérsela. Se le antojó un purgatorio, ni siquiera un infierno, sólo un purgatorio repleto de almas perdidas. Hombres que esperaban, hombres que morían un poco día a día.
Nunca como hasta ese momento había valorado más el concepto de libertad.
Y él estaba allí. Carne de presidio.
Escuchó el ruido asu espalda y se volvió. Diego entraba por la otra puerta acompañado del mismo guardia que le había dicho a ella que esperase. Trató de ser fuerte y a duras penas lo consiguió. El aspecto de su novio no era el mejor. No estaba para tirar cohetes. Su estatura, su buena imagen, todo lo que la había enamorado y seducido, quedaba ahora oculto bajo una pátina de oscuridad y depresión. Las bolsas bajo losojos, un par de kilos menos, el cansancio, el fantasma del miedo...
—Siéntate —le ordenó el guardia.
Curioso. A él lo trataba de tú. Era un reo. A ella, en cambio, de usted.
Y se dio cuenta de que allí, su cabello rubio, su esbeltez, su sensualidad, incluso la misma ropa con la que se había vestido para que él la viera guapa, eran como una burla. Un cisne entre cucarachas.
No dijo nada.Esperó.
Sólo sostuvo la mirada de Diego.
Parecían haber pasado mil años.
—Señorita. —El guardia le mostró a ella su silla, al otro lado de la mesita que iba a separarlos. El tiempo ya corría en su contra, así que lo obedeció.
No supo si podía cogerle las manos. Ella las dejó sobre la mesa.
Diego sí lo hizo.
Se estremeció.
—Carla...
—Hola. —Se sintió muy cansada.
—¿Cómo estás?
—Bien. —Se...
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