Ejemplo De Un Raconto
Había golpeado en tan repetidas ocasiones y con tanto odio a su último contrincante, que sus nudillos quedaron destrozados. Sus encías desnudas sangraban dejándole un sabormetálico en la boca y el recuerdo de la mayor derrota que había tenido en su vida. El Entrenador Forma como llamaba al hombre que organizaba sus contiendas clandestinas noche tras noche, lo abandonó a su suerte desde en cuarto round, dejándolo desvalido los otros cuatro que le restaban.
* Oye chico, será mejor que te levantes y te busques un mejor lugar para morir, porque aquí mañana haybautizo y no creo que quieran a un muerto en la decoración – le decía, mientras lo pateaba suavemente el encargado de aquella bodega, lugar que hacía las veces de antro de la perdición en la noche y de salón social del pueblo en el día.
Como toda persona que lleva a cuestas la más vívida pobreza, Carlos Centeno se aferró a su vida como pudo y dejó el último suspiro para después. Cuando recobró laconciencia, aún estaba en medio del cuadrilátero improvisado, que consistía en un grupo de colchonetas azules a las que a la mayoría se les salía la espuma por pedazos ,que debido a las goteras que había en el techo se mojaban continuamente, cosa por la cual despedían un olor rancio. Cuatro postes de metal cubiertos igualmente por espuma al punto de descomposición, limitaban la zona de combate, unidosentre sí por unos materiales elásticos de color rojo cuya procedencia o composición nunca fueron de importancia para Carlos.
Ricardo, que era como se llamaba el encargado, lo ayudó a ponerse en pie, en vista de que el maltratado luchador aún no recuperaba el equilibrio. Con los alientos que le quedaban, Carlos le agradeció como pudo y notó que a pesar del aspecto frágil que emanaba aquel hombre,tenía las venas de los brazos brotadas y las manos callosas como las personas que hacen trabajos pesados durante toda su vida.
Al salir de la destartalada bodega y a pesar de que e4staba de madrugada, un infernal calor le quemó la piel, haciendo que las secuelas de la infructuosa pelea le dolieran como si los golpes se los estuvieran propinando nuevamente. Valiéndose de cuanto poste se le cruzóen el camino, en medio de la solitaria y polvorienta calle, logró llegar tambaleándose a su humilde casa.
Metió la mano en la matera que colgaba de la fachada de la casa y que tenía un verde y fértil helecho, para sacara la llave de repuesto que tenía allí escondida en caso de emergencia. Giró la llave lo más lento que pudo, de modo que la corroída cerradura no provocara el abrupto ruido que...
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