Ejercicio fisico
A fines de 1892, un colega de mi amistad me derivó una joven dama a quien él trataba a causa de una rinitis infecciosa de recurrencia crónica. Como después se averiguó, una caries del etmoides era la causa de la rebeldía de su afección. Pero últimamente la paciente había acudido a él por unos síntomas que el versado médico ya no podía atribuir a una afecciónlocal. Había perdido por completo la percepción olfativa, y una o dos sensaciones olfatorias que sentía muy penosas la perseguían casi de continuo. Además, andaba abatida, fatigada, se quejaba, de pesadez de cabeza, falta de apetito y una disminución en su capacidad de rendimiento. La joven dama, que vivía en los alrededores de Viena como gobernanta en casa de un director de fábrica, me visitó detiempo en tiempo en mi consultorio. Era inglesa, de constitución delicada, pigmentación escasa, sana hasta la afección de la nariz. Sus primeras comunicaciones corroboraron las indicaciones del médico. Sufría de desazón ~ fatiga, la perseguían sensaciones olfatorias subjetivas; en materia de síntomas histéricos, mostraba una analgesia general bastante nítida a pesar de conservar intacta lasensibilidad táctil; el campo visual (a un examen grueso, realizado con la mano) no evidenciaba limitación. La parte interior de la nariz era enteramente análgica y carente de reflejos. Sentía ahí los contactos, pero la percepción de este órgano sensorial estaba por completo cancelada para estímulos específicos así como para otros (amoníaco, ácido acético). El catarro nasal purulento se encontrabajustamente en una fase de mejoría. En el primer empeño de entender el caso clínico no se podía menos que sujetar las sensaciones olfatorias subjetivas, como alucinaciones recurrentes, a la interpretación de que eran unos síntomas histéricos permanentes. La desazón era acaso el afecto correspondiente al trauma, y debía de ser posible hallar una vivencia en la cual estos olores, ahora devenidos subjetivos,hubieran sido objetivos; esa vivencia tenía que ser el trauma, y las sensaciones olfatorias se repetirían como un símbolo de él en el recuerdo. Quizás era más correcto considerar las alucinaciones olfatorias que se repetían, junto con la desazón concomitante, como un equivalente del ataque histérico; es que la naturaleza de unas alucinaciones recurrentes las vuelve ineptas para el papel de síntomaspermanentes. En realidad, ello no interesaba en este caso de rudimentarios contornos; pero sí se requería imprescindiblemente que las sensaciones olfatorias subjetivas mostraran una especialización tal que pudiera corresponder a su origen en un objeto real perfectamente determinado. Esta expectativa se cumplió pronto. A mi pregunta sobre la clase de olor que más la perseguía, recibí estarespuesta: «Como de pastelillos quemados». Sólo me hizo falta suponer, entonces, que en la vivencia de eficacia traumática realmente había intervenido el olor de pastelillos quemados. Por cierto es bastante insólito que se escojan sensaciones olfatorias para símbolos mnémicos de traumas, pero no resulta difícil indicar un fundamento para esa elección. Como la enferma estaba aquejada de rinitis purulenta,la nariz y sus percepciones pasaron al primer plano de su atención. Acerca de las circunstancias de vida de la enferma, yo sabía sólo que en el hogar cuyos dos hijos estaban a su cargo faltaba la madre, fallecida hacía algunos años de grave enfermedad. Me resolví entonces a hacer, del olor a «pastelillos quemados» el punto de partida del análisis. Contaré la historia de este último como habríapodido producirse en circunstancias favorables; de hecho, lo que habría debido ocupar una sesión se extendió a varias, pues la enferma únicamente podía visitarme en las horas de consultorio, cuando yo podía consagrarle poco tiempo, y una sola de esas pláticas abarcaba más de una semana, pues sus obligaciones no le permitían hacer con mucha frecuencia el largo viaje desde la fábrica. Por eso...
Regístrate para leer el documento completo.