el_Árbol_de_las_brujas
Páginas: 107 (26715 palabras)
Publicado: 5 de junio de 2017
Por
Ray Bradbury
CAPÍTULO 1
Era un pueblo pequeño junto a un río pequeño y un lago pequeño en un
rincón septentrional de un estado del Medio Oeste. No había alrededor tanta
espesura como para que no se viera el pueblo. Pero por otro lado tampoco
había tanto pueblo como para que no se viera y sintiera ypalpara y oliera la
espesura. El pueblo estaba lleno de árboles. Y pasto seco y flores muertas
ahora que había llegado el otoño. Y muchas cercas para caminar por encima y
aceras para patinar y una cañada donde echarse a rodar y llamar a gritos a los
del otro lado. Y el pueblo estaba lleno de…
Chicos.
Y era la tarde de la Noche de las Brujas.
Y todas las casas cerradas contra un vientofrío. Y el pueblo lleno de fríos
rayos de sol. Pero de pronto el día se fue.
De abajo de todos los árboles salió la noche y tendió las alas.
Detrás de las puertas de todas las casas hubo un correteo de patitas
ratoniles, gritos ahogados parpadeos de luz.
Detrás de una puerta, Tom Skelton, de trece años, se detuvo y escuchó.
Afuera, el viento anidaba en los árboles, merodeaba porlas aceras con
pisadas invisibles de gatos invisibles.
Tom Skelton se estremeció. Cualquiera podía saber que el viento de esa
noche era un viento especial, y que en las sombras había algo especial, pues
era la Víspera del Día de Todos los Santos, la Noche de las Brujas. Todo
parecía ser de suave terciopelo negro, o terciopelo anaranjado o dorado.
El humo salíajadeando desde miles de chimeneas como penachos de
cortejos fúnebres. De las ventanas de las cocinas llegaban flotando dos aromas
de calabazas: el de las calabazas huecas y el de los pasteles en el horno.
Los gritos detrás de las puertas cerradas de las casas fueron más
exasperados cuando sombras de muchachos volaron junto a las ventanas.
Chicos a medio vestir, las mejillasempastadas de pintura; aquí un
jorobado, allá un gigante de mediana estatura. Continuaba el saqueo de
desvanes, el ataque a viejas cerraduras, el despanzurramiento de vetustos
baúles en busca de disfraces.
Tom Skelton se puso sus huesos.
Sonrió burlón al mirarse la columna vertebral, las costillas, las rótulas
cosidas en blanco sobre lienzo negro.
¡Qué suerte!, pensó.¡Vaya nombre que te tocó! Tom Skelton. ¡Fantástico
para el Día de las Brujas! ¡Todos te llaman Esqueleto! Y entonces ¿qué te
pones?
Huesos.
Buuum. Ocho puertas de calle cerradas de golpe. Ocho muchachitos
ejecutaron una serie de hermosos saltos por encima de tiestos, barandillas,
helechos muertos, arbustos, y aterrizaron sobre el césped seco y almidonado
delos jardines. Galopando, atropellándose, se apoderaban de una última
sábana, ajustaban una última máscara, tironeaban de extraños sombreros
hongo o pelucas, gritando por cómo los llevaba el viento, cómo los ayudaba a
correr; felices en el viento, o soltando maldiciones infantiles cuando las
máscaras se les caían o se les torcían o se les metían en las narices con unolor
a muselina, como el aliento caliente de un perro; o sencillamente dejando que
la pura alegría de vivir y de estar fuera de noche les colmara los pulmones y
les formase en las gargantas un grito y un grito y un… ¡griiitooo!
Ocho muchachos chocaron en una esquina.
—Aquí estoy yo: ¡Bruja!
— ¡Hombre-Mono!
— ¡Esqueleto! —dijo Tom, muerto de risa dentro de sus huesos.
— ¡Gárgola!
— ¡Mendigo!
— ¡ElSeñor La Muerte en Persona!
¡Pum! Se sacudieron quitándose de encima los golpes, confundidos en un
alboroto de felicidad bajo el farol de la esquina. La oscilante lamparilla
eléctrica se mecía al viento como la campana de una catedral. Los adoquines
de la calle se transformaron en el entarimado de un barco ebrio escorado y
hundido en la sombra y la luz.
Detrás de cada...
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