El Abandono De La paLabra
En ciertas metafísicas orientales, en el budismo y el taoísmo, se contempla el alma como si ascendiera desde las toscas trabas de lo material, a lo largo de ámbitos perceptivos que pueden expresarse en un lenguaje noble y preciso, hacia un silencio cada vez más profundo. El más alto, el más puro alcancedel acto contemplativo es aquél que ha conseguido dejar detrás de sí al lenguaje. Lo inefable está más allá de las fronteras de la palabra. Es sólo al derribar las murallas de la palabra cuando la observación visionaria puede entrar en el mundo del entendimiento total e inmediato. Cuando se logra ese entendimiento, la verdad no necesita sufrir ya las impurezas y fragmentaciones que el lenguajeacarrea necesariamente. No tiene por qué adecuarse a la concepción ingenua, lógica y lineal del tiempo, implícita en la sintaxis. En la verdad última, pasado, presente y futuro se abarcan simultáneamente. Es la estructura temporal del lenguaje la que artificialmente los distingue. Este punto es crucial.
El santo, el iniciado, no sólo se aleja de las tentaciones de la acción mundana; se alejatambién del habla. Su retiro a la cueva de la
montaña o a la celda monástica es el ademán externo de su silencio. Incluso a los que sólo son novicios en esta difícil senda se les enseña a recelar del velo del lenguaje, a que lo rasguen para ir hacia lo más auténtico. El Koan zen -conoces el sonido de dos manos que dan palmas: ¿cuál es el sonido de una sola?- es un ejercicio de verdaderos principiantesen el abandono de la palabra.
La tradición occidental sabe también de trascendencias del lenguaje hacia el silencio. El ideal trapense se remonta a abandonos del habla tan antiguos como los de los estilitas o los Padres del desierto. (...) Pero desde el punto de vista occidental, este orden de experiencias tiene inevitablemente un sabor a misticismo. Y aunque se tribute homenaje verbal a lasantidad de la vocación mística, la
actitud occidental predominante es la del cardenal Newman, la de que el misticismo comienza en fantasía y termina en herejía. Muy pocos poetas de occidente -acaso sólo Dante- han convencido a la imaginación con la autoridad de la experiencia transracional. Aceptamos, en el flamante final del Paradiso, la ceguera del ojo y del entendimiento frente ala totalidad de la visión. Pero Pascal está más cerca de la corriente principal de la sensibilidad clásica de occidente cuando dice que el silencio del espacio cósmico le aterra. Para el taoísta ese mismo silencio transmite la tranquilidad y la inminencia de Dios.
La primacía de la palabra, de lo que puede decirse y comunicarse en el discurso, es característico del genio griego y judío yllegó hasta el cristianismo. El sentido clásico y el sentido cristiano del mundo se esfuerzan por ordenar la realidad bajo el régimen del lenguaje. La literatura, la filosofía, la teología, el derecho, el arte, la historia, son empresas para encerrar dentro de los límites del discurso racional el total de la experiencia humana, el registro de su pasado, su condición actual y sus expectativas...
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