EL AGUIJÓN DEL DIABLO

Páginas: 112 (27976 palabras) Publicado: 15 de noviembre de 2015
 EL AGUIJÓN DEL DIABLO
Ricardo Alcántara
UNO
Gustavo se marchó dando un portazo y Joaquina quedó como clavada en medio del living. En su cabeza resonaban, con tal fuerza que le hacían daño, las palabras de su hijo: “¡Vete a la mierda! ¡Déjame en paz!”.
Joaquina estaba desconcertada, incapaz de adivinar qué sucedía. Todo aquello era demasiado incomprensible para ella.De repente su vida se había complicado tanto que por momentos sentía la necesidad de gritar de impotencia. Pero claro, no lo hacía; ¿qué dirían los vecinos si la oyeran chillar como una loba rabiosa?
Inmóvil en medio del living, notaba que las piernas le temblaban. “Cuando venga Ramón hablaré con él. Esto no puede seguir así”, se dijo, aunque en realidad le daba cierto reparo explicarle a sumarido lo que sucedía; él era drástico… No sabía qué hacer. A pasos lentos se encaminó a la cocina.
Abrió la heladera y, tras echar una ojeada, decidió que aunque fuese domingo haría canelones. La mantendría entretenida un buen rato mientras estuviera cocinando no pensaría en otra cosa. Además, los canelones eran el plato preferido de Gustavo.
Claro que a Fernando también le gustaban. “Pobre hijo,con los dolores de cabeza que me causa el otro, casi no me ocupo de él”, se dijo.
Meneó la cabeza, resignada. Encendió la radio y se puso a la tarea. Cuando tenía la fuente lista para meterla en el horno, llamaron a la puerta.
“¡Debe de ser Gustavo que con el apuro se ha olvidado sus llaves!”, pensó esperanzada, y corrió hacia la puerta. Pero no era Gustavo quien llamaba sino su vecina Martha,que vivía en el mismo piso, en el quinto tres.
Hola, querida, cada día estoy más despistada – dijo al entrar -. ¡Soy un caso perdido! Fíjate que iba a hacer una tortilla y no tengo huevos. ¿Me podrías prestar un par? Es para no tener que bajar a comprar con esta facha, ¿entendés?
Pasa.
¡Oh, qué bien huele! ¿Qué estás haciendo?
Canelones.
¡Qué ingeniosa, che! Me parece muy ocurrente celebrar eldomingo en medio de la semana. O festejar las navidades en mayo o en julio, siempre y cuando te hagan algún regalito, ¿no te parece?
Yo…
Pero, ¿qué te pasa? No sé… ¡te noto muy desanimada!
No, nada…
El que nada no se ahoga, querida, y a vos te pasa algo. Desembuchá que soy toda oreja.Joaquina aspiró hondo. Dudaba. Pensaba que desahogándose con Martha quizá conseguiría un poco de alivio, y que hablardel asunto tal vez la ayudase a ver las cosas más claras. Pero… “No, la ropa sucia se lava en casa”, se dijo finalmente, desviando la mirada.

Vamos, mujer, no te hagas rogar - insistió Martha – Acaso no sabés que con la boca cerrada no se llega ninguna parte. En mí podés confiar, soy una tumba.
No ha pasado nada. Es lo de siempre, los problemas de cada día, las discusiones con los hijos…
Loshijo, siempre los hijos. Te preocupás demasiado por ellos – dijo sentándose en una silla de la cocina.
“¿Cómo no voy a hacerlo, si son la cosa más importante de mi vida?”, se preguntó Joaquina azorada.
¿Querés que te haga una confidencia? Creo que me alegro de no haberlos tenido. Y no es que me guste estar sola… Pero los hijos son un dolor de cabeza. Te lo digo yo, ¡qué también fui hija!
Siempretienes una broma a punto.
¿Sabés por qué? Porque cuando hablo demasiado en serio siento una cosquillitas aquí en el estómago. ¡Y son de feas! Más feas que un susto a medianoche.
En aquel momento se abrió la puerta. Joaquina giró rápidamente. Confiaba en que fuera Gustavo que venía a comer. Pero no, era Fernando que volvía del instituto.
Hola – le dijo y, sin quererlo, en su rostro apareció un ciertodesencanto. A Fernando no se le pasó por alto, aunque de buena gana hubiese preguntado qué sucedía, no soltó palabra. Era muy tímido y reservado, difícilmente se animaba pronunciar el sinfín de preguntas que acudían a su cabeza. Dejó la mochila sobre la mesa y respondió un tanto cohibido:
Hola.
Martha se incorporó casi de un salto y, llevándose las manos a la cabeza, exclamó:
¡Es tardísimo!...
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