el alam
La luz de los balcones era secuestrada por la moneda noctambula que cruzaba el cielo durante toda la noche para buscar a su amado que por la mañana se aparecería, así robaba las joyas del firmamento para ponérselas y en medio de la oscuridad del crepúsculo tardío, cada una de las estrellas empezaba a desaparecer. Durante toda la noche se veía con su vestido negro de nubes en su puntiagudoespejo que en su época un hombre llamado Eiffel le había regalado.
En la noche París, durante el reinado de la Luna, se reúne todo tipo de gente: había pares de jóvenes enamorados que querían más las vistas que la “Île de la Cité” les podía dar, que a su propia amada, hay las familias eternamente amorosas que salen al cine o ver una obra de teatro, aunque no todas ellas son lo que en realidadquisieran ser. También habían muchas mujeres que ostentaban las joyas más delicadas y los vestidos más sobrios y elegantes de la ciudad que solo se adquieren en los Campos Elíseos, todas ellas acompañadas de sus choferes o de alguno de los hombres más elegantes de Europa, poseedores de inmensas mansiones en el “VII arrondissment” que solo salen para eso, para acompañar a las mujeres de los vestidosy abrigos en un restaurante de exquisita comida o en un café Sudamericano.
Y es aquí donde empieza la historia, en una salida de un residente del “VII arrondissment”, es esta noche tan casual, la noche de Laurent. El era un tipo de mundo, sabía como atraer a las personas, sabía exactamente como tener el poder sobre ellas, pero a pesar de todo casi nunca usaba este don, pues su sola presenciaera tan percibida como lo era la torre Eiffel en París. Inspiraba en las personas simpatía y gusto, suficiente para tenerlas como sus amigos hasta que fuera necesario. En esta noche el estaba sin rumbo consiente, París era su casa y nadie necesita rumbo consiente en su casa, su auto no hacía mayor ruido que el Lounge sonando en el estéreo, aquel sencillo ritmo con el que la Luna suele esperar a suamante moviendo su cuerpo rítmicamente al ritmo de los timbales mientras balancea su cabeza al son del sonido infinito. Mientras Laurent se enamoraba de la Luna parisina, cuando esta bailaba en su rostro entre sus ojos y el cristal del auto, o quizás afuera de el, un haz infinito de colores ardientes se desvanecía en cada curva que el auto hacía. En ese momento de elegante fantasía amo más a laLuna y decidió ir al encuentro de ella.
Se dirigía por la rivera del Sena en dirección del Campo de Marte y en el palacio de hierro, que ahora le pertenecía a Laurent y a su pasión, el convirtió uno de los sillones de madera y tela naranja en el trono del rey de la Luz y su ciudad, el cielo sería el trono de la Luna y en el “Le Jules-Verne” el amor platónico daría paso a algo más sublime.
Laspuertas del ascensor se abrieron, Laurent pidió mesa para uno cerca de la ventana, el mozo lo acompaño y dejo la carta forrada en cuero con letras doradas en la meza. Mientras todo eso sucedía la Luna dejaba la marca de sus labios pintados de gris en la copa por medio de la luz. Pidió una ensalada y un vino blanco del '56, suficiente para cansar al hambre y celebrar con su amada. En el salón del“Le Jules-Verne” sonaba un concierto de acordeones, y los amantes dialogaban en silencio, se veían los ojos y la mujer sintiéndose más emocionada cada vez acercaba su boca hacia Laurent, quién nunca terminaba de verla.
En un par de horas la cena se había acabado, la botella de vino estaba por la mitad y la copa estaba vacía. Laurent pidió la cuenta y apresurado el mozo se la trajo, el comensallo despidió con una sonrisa, dejó dinero en el sobre, tiro la servilleta sobre la meza y con total seguridad en sí mismo se fue hacia las puertas del ascensor. Afuera corría viento, la luna acariciaba su pelo y su auto ya lo esperaba al pié de la Torre.
Al día siguiente el Sol estaba triste por que su amante había sido robada por un extraño que recién ayer se había percatado de ella, por eso...
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