el alba

Caracas.- Cuando un lector se enfrenta a Tierra de gracia, de Isaac Pardo (Caracas, 1905) tiene la impresión de asistir a sucesos y hechos que nunca antes le fueron revelados. Remontando elsigloXVI, ante él se descubre el origen de una historia que no siempre le contaron bien.

Médico e intelectual de lucidez extraordinaria, Pardo pertenece a una generación comprometida con laluchademocrática del país y a una estirpe de venezolanos en extinción: si a esas virtudes se le suma un genial sentido del humor (ese que cultivaba la cofradía de El Morrocoy azul) se entenderá por quéIsaac Pardoes y será siempre una referencia.

Conmovido por el doctorado honoris causa que le otorgó ayer la Universidad Simón Bolívar en un acto presidido por el rector de esa casa de estudios,Freddy MalpicaPérez y celebrado en la oficina de enlace de la Universidad de Oriente, Pardo recibió el honroso título con la humildad propia de aquellos que no demandan ni exigen ni buscanreconocimientos públicos.Ese libro no se cita

Autor de no muchas pero fundamentales obras (nunca entendió la escritura, por cierto, como un ejercicio 'de producción' en serie), en la bibliografía de esta'vida ejemplarque se inició en la Caracas de comienzo de siglo y que se ha proyectado a lo largo del mismo, con una vitalidad, claridad intelectual y trascendencia pública poco común', como lodefinió Malpica, hayun libro, ¡Esa palabra no se dice!, en el que recoge uno de los episodios más folclóricos, insólitos, divertidos de la historia de la literatura local. Poco citado y recordado,acaso por su agudairreverencia (siempre tienden a imponerse las cosas serias e importantes) este libro, reproduce sus declaraciones (seguida de pertinentes apostillas) al juez Decimocuarto deInstrucción (10 de marzo de1976) en el increíble proceso que se le siguió al cuento El inquieto anacobero de Salvador Garmendia por considerar que lesionaba los principios morales de la sociedad venezolana