El Aleph de J

Páginas: 19 (4646 palabras) Publicado: 17 de noviembre de 2015
EL ALEPH
Jorge Luis Borges
O God!, I could be bounded in a nutshell, and count myself a King of
infinite space. Hamlet, II, 2

But they will teach us that Eternity is the Standing still of the Present
Time, a Nuncstans (as the Schools call it); which neither they, nor any else
understand, no more than they would a Hic stans for an Infinite greatness
of Place. Leviathan, IV, 46

La candente mañanade febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa
agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las
carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos
rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba
de ella y que ese cambio era el primero de una serieinfinita. Cambiará el universo pero yo
no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había
exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin
humillación. Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa de la
calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un
acto cortés,irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la
abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos. Beatriz
Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera
comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco
después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico;Beatriz, en Quilmes, con Delia San
Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regaló Villegas Haedo;
Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo; la mano en el mentón... No estaría obligado,
como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libros cuyas
páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después, que estaban
intactos.
BeatrizViterbo murió en 1929; desde entonces, no dejé pasar un 30 de abril sin volver a su
casa. Yo solía llegar a las siete y cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año
aparecía un poco más tarde y me quedaba un rato más; en 1933, una lluvia torrencial me
favoreció: tuvieron que invitarme a comer. No desperdicié, como es natural, ese buen
precedente; en 1934, aparecí, ya dadas las ocho, conun alfajor santafecino; con toda
naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos,
recibí las graduales confidencias de Carlos Argentino Daneri.
Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había en su andar (si el oximoron es
tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis; Carlos Argentino es rosado,
considerable, canoso, de rasgos finos.Ejerce no sé qué cargo subalterno en una biblioteca
ilegible de los arrabales del Sur; es autoritario, pero también es ineficaz; aprovechaba, hasta
hace muy poco, las noches y las fiestas para no salir de su casa. A dos generaciones de
1

distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana sobreviven en él. Su actividad
mental es continua, apasionada, versátil y del todoinsignificante. Abunda en inservibles
analogías y en ociosos escrúpulos. Tiene (como Beatriz) grandes y afiladas manos
hermosas. Durante algunos meses padeció la obsesión de Paul Fort, menos por sus baladas
que por la idea de una gloria intachable. "Es el Príncipe de los poetas de Francia", repetía
con fatuidad. "En vano te revolverás contra él; no lo alcanzará, no, la más inficionada de tus
saetas."
El 30 deabril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos
Argentino lo probó, lo juzgó interesante y emprendió, al cabo de unas copas, una
vindicación del hombre moderno
- Lo evoco - dijo con una admiración algo inexplicable - en su gabinete de estudio, como si
dijéramos en la torre albarrana de una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de
fonógrafos, de aparatos...
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