El Aliento

Páginas: 126 (31259 palabras) Publicado: 26 de abril de 2012
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El aliento

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Thomas Bernhard

El aliento
Una decisión

Traducción de Miguel Sáenz

EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA

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Título de la edición original: Der Atem (Eine Entscheidung) © Residenz Verlag Salzburg, 1978

Portada: Julio Vivas Ilustración de Ángel Jové

Primera edición: mayo 1985 Segunda edición: marzo 1986

© EDITORIAL ANAGRAMA S. A., 1985 Calle de laCruz, 44 08034 Barcelona ISBN 84-339-3063-X Depósito legal: B. 8610 – 1986 Printed in Spain Diagràfic S. A., Constitució, 19, 08014 Barcelona

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No habiendo podido los hombres remediar la muerte, la miseria y la ignorancia, han imaginado, para ser felices, no pensar en absoluto en ellas. Pascal

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Era sólo lógico, eso lo comprendió pronto el joven de dieciocho años no cumplidos,después de los acontecimientos y sucesos que ahora anoto con deseo de ser verídico y claro, que yo mismo enfermara, después de enfermar súbitamente mi abuelo y haber tenido que ir al hospital, situado sólo a unos cientos de pasos de nuestra casa, como recuerdo ahora y veo todavía con claridad, con su abrigo de invierno gris oscuro, que le había regalado un oficial canadiense de las fuerzas deocupación, dando grandes zancadas con mucho espíritu y marcando el movimiento del cuerpo con su bastón, como si quisiera dar un paseo tal como acostumbraba, pasando por delante de su ventana, detrás de la cual lo observaba yo, desde luego en un estado de ánimo afectivo e intelectual triste y melancólico, después de haberme despedido, sin saber adónde lo llevaba ese paseo a él, la única persona a la querealmente quería. No hay otra imagen comparable para mí: aquel a quien había citado en el hospital del Land un famoso internista de Salzburgo, a causa de una singularidad no calificada con más precisión, para un examen clínico, y posiblemente para una pequeña intervención quirúrgica, como se había dicho expresamente, desaparece un sábado por la tarde tras el muro de la huerta de nuestro vecino,el vendedor de legumbres. Debió de resultarme claro que, en aquel instante, se había producido un giro decisivo en nuestra existencia. Mi propia enfermedad, no totalmente curada a causa de mi continua irritación con los estados morbosos, se había declarado de nuevo, y de hecho con violencia francamente aterradora. Con fiebre y, al mismo tiempo, en un doloroso estado de ansiedad, ya al día siguientede haber ido mi abuelo al hospital fui incapaz de levantarme e ir al trabajo. Dejando el vestíbulo, donde tenía mi cama por falta de espacio y por razones familiares que no procede explicar aquí más detalladamente y que tampoco me resultan totalmente claras, pude trasladarme, probablemente porque sólo la vista de mi estado había hecho esa medida indispensable y, sencillamente, lógica, al llamadocuarto del abuelo. Ahora podía, tendido en la cama del abuelo, someter cada detalle del cuarto del abuelo a una contemplación más exacta, a un examen largo e ininterrumpido, incluso cada uno de los objetos que a él le eran tan necesarios para la vida, y para mí, de la forma más útil, tan familiares. Un dolor mayor o un aumento de mi angustia me hacían llamar de cuando en cuando, alternativamente,a mi madre o mi abuela, a las que oía trajinar en el pasillo, y es posible que finalmente les atacara los nervios a las dos, ocupadas en todas las faenas domésticas imaginables y sumidas ya en la incertidumbre y la angustia sólo por el hecho de la hospitalización de mi abuelo, su marido y padre, el que las llamara a mi lado, a la habitación del abuelo y a mi cabecera, posiblemente con másfrecuencia de la realmente necesaria, porque de pronto me habían dicho que dejara de dar gritos constantes de madre y abuela y, en su incertidumbre y angustia exacerbadas, me calificaron de simulador que, según ellas, las atormentaba de una forma totalmente deliberada y perversa, lo que a mí, que en ocasiones anteriores, sin duda, les había dado motivo para que me calificaran así, en aquel estado...
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