el amante
El Amante
Marguerite Duras
Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó.
Se dio a conocer y me dijo: "La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven
era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más
hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el
de ahoa,devastado".
Pienso con frecuencia en esta imagen que sólo yo sigo viendo y de la que nunca he hablado.
Siempre está ahí en el mismo silencio, deslumbrante. Es la que más me gusta de mí misma,
aquélla en la que me reconozco, en la que me fascino.
Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde.
Entre los dieciocho y los veinticinco años mi rostro emprendió uncamino imprevisto. A los
dieciocho años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo, nunca lo he
preguntado. Creo que me han hablado de ese empujón del tiempo que a veces nos alcanza
al transponer los años más jóvenes, más gloriosos de la vida. Ese envejecimiento fue brutal.
Vi cómo se apoderaba de mis rasgos uno a uno, cómo cambiaba la relación que existía
entre ellos, cómoagrandaba los ojos, cómo hacía la mirada más triste, la boca más
definitiva, cómo grababa la frente con grietas profundas. En lugar de horrorizarme seguí la
evolución de ese envejecimiento con el interés que me hubiera tomado, por ejemplo, por el
desarrollo de una lectura. Sabía, también, que no me equivocaba, que un día aminoraría y
emprendería su curso normal. Quienes me conocieron a los diecisieteaños, en la época de
mi viaje a Francia, quedaron impresionados al volver a verme, dos años después, a los
diecinueve. He conservado aquel nuevo rostro. Ha sido mi rostro. Ha envejecido más, por
supuesto, pero relativamente menos de lo que hubiera debido. Tengo un rostro lacerado por
arrugas secas, la piel resquebrajada. No se ha deshecho como algunos rostros de rasgos
finos, ha conservadolos mismos contornos, pero la materia está destruida. Tengo un rostro
destruido.
2
Diré más, tengo quince años y medio.
El paso de un transbordador por el Me-kong.
La imagen persiste durante toda la travesía del río.
Tengo quince años y medio, en ese país las estaciones no existen, vivimos en una estación
única, cálida, monótona, nos hallamos en la larga zona cálida de la tierra, no hayprimavera,
no hay renovación.
Estoy en un pensionado estatal, en Saigón. Duermo y como ahí, en ese pensionado, pero
voy a clase fuera, a la escuela francesa. Mi madre, maestra, desea enseñanza secundaria
para su niña. Para ti necesitaremos la enseñanza secundaria. Lo que era suficiente para ella
ya no lo es para la pequeña. Enseñanza secundaria y después unas buenas oposiciones dematemáticas. Desde mis primeros años escolares siempre oí esa cantinela. Nunca imaginé
que pudiera escapar de las oposiciones de matemáticas, me contentaba relegándolas a la
espera. Siempre vi a mi madre planear cada día el futuro de sus hijos y el suyo. Un día ya
no fue capaz de planear grandezas para sus hijos y planeó miserias, futuros de mendrugos
de pan, pero lo hizo de manera que también talesplanes siguieron cumpliendo su función,
llenaban el tiempo que tenía por delante. Recuerdo las clases de contabilidad de mi
hermano menor. De la escuela Universal, cada año, en todos los niveles. Hay que ponerse
al corriente, decía mi madre. Duraba tres días, nunca cuatro, nunca. Nunca. Cuando
cambiábamos de destino abandonábamos la escuela Universal. Volvíamos a empezar en el
nuevo. Mi madreaguantó diez años. Todo era inútil. El hermano menor se convirtió en un
simple contable en Saigón. Al hecho de que la escuela Violet no existiera en la colonia
debemos la marcha de mi hermano mayor a Francia. Durante algunos años permaneció en
Francia para estudiar en la escuela Violet. No terminó. Mi madre no debió hacerse
ilusiones. Pero no podía elegir, era necesario separar a aquel hijo...
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