El Amarillismo En Los Medios De Comunicacic3b3n En Colombia
Una señora de edad le comenta a otra en el bus que ya no ve noticias. Que tanta negatividad y horror la deprime por lo que prefiere saltarse esa parte de la información en donde hablan de mutilaciones, de minas, de niños muriendo de hambre, de asesinos peligrosos…
Lo dice con tranquilidad, como si la aliviara el reconocer que está mejor sin saber de las atrocidadesque se viven a diario, como si la guerra en el país fuera alguna especie de mala pesadilla de la que se pudiera escapar, como si la cadena de horrores que conlleva el que nos llamemos a nosotros mismos como “colombianos” pudiera ser ignorada fácilmente. Puede parecer que ridiculizo la situación y algunos pueden argumentar que están en la libertad de elegir si ven, o no, el noticiero, tampoco es comosi todos los colombianos nos tapáramos los oídos y nos escondiéramos debajo de las cobijas cada vez que las noticias reportan la violencia diaria de nuestra sociedad.
Lo cierto es que un caso tan particular como el de la señora que se niega a ver el noticiero habla de cosas tan generales como son: la violencia en la televisión, el papel del ciudadano con la “realidad”, el dilema de la verdad queestá presente sobre todo en el reportaje de guerra, entre otros. Un debate más que interesante.
El principal compromiso del periodista se presume como la verdad. Por supuesto un término como este es demasiado vago para poder dar un horizonte al debate, pero exige al menos de la labor del periodista una fidelidad con la realidad. ¿Qué sucede entonces cuando la verdad supone un escenario cruel yviolento? Algunas voces hablan entonces de un respeto por las víctimas y por aquellas personas que de alguna forma están relacionadas con la tragedia (viene a mi mente el dilema por las fotos y videos de los jumpers saltando por las ventanas de las torres gemelas el 9/11). ¿Se superpone el respeto a una obligación con la verdad y una información fidedigna? O mejor aún ¿no es una falta de respetomayor con las victimas minimizar una tragedia, cuando los hechos pueden mostrar quizás una tragedia oculta? ¿Nos convertimos en cómplices de la violencia al revelar los horrores? ¿O lo hacemos al mantenerlos ocultos?
Hay por otro lado otra cara de la moneda, y es el amarillismo con el que se presentan las noticias en su gran mayoría. El tono de cantante de bingo del anunciante de los titulares que,como en una de esas narco-rancheras, narra que 36 campesinos murieron en el derrumbe de una mina. No hace mucho los noticieros mostraron las imágenes de un Mono Jojoy desfigurado dado de baja en la selva. ¿Qué valor adicional aportaba la imagen de ese hombre a la noticia? ¿Qué parte de la historia nos contaba el cadáver de ese hombre en la televisión nacional que no supiéramos?: ¿credibilidad?,¿impacto? O el simple morbo de ver a un enemigo público destrozado en una camilla. Algo no podemos negar, así como la señora del bus se horroriza con la noticia del minero que perdió la vida en el derrumbe, hay otra persona que se deleita con la noticia del guerrillero acribillado: es simple morbo cultural.
Pero culpar a los noticieros tampoco es el camino correcto, porque en esa deformaciónamarillista también algo tiene que ver el público que poco, o nada le interesa saber lo que pasa en el país en el que viven. Los colombianos (o al menos su gran mayoría) ve en noticiero del medio día un acompañante para bajar el almuerzo y en de la noche un buen somnífero para dormir. O en el más positivo de los casos vemos las noticias para pretender estar informados sin reflexionar sobre ellas. El puntoaquí es que las noticias carecen de total utilidad para el espectador, que las ve como un adorno más en la programación del canal.
¿Qué se debe hacer entonces para que la ciudanía retome ese interés por estar informada del mundo que la rodea? ¿Se debe suavizar la información de modo que sea apta para todos los públicos? No. Pues eso solo sería una manipulación de la verdad en aras de una falsa...
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