el angel de lucifer
Había algo en él, en los vaqueros viejos, en la camiseta blanca ajustada sobre el ancho pecho, en las botas negras y en la cazadora de cuero. Nada más oír la Harley que se acercaba supo que aquel hombre significaba problemas, pero tras haber esperado al sol durante horas al lado del coche averiado le hubiese dado la bienvenida de buena gana al propio Lucifer. Al bajarse de la moto yacercarse a ella, supo que debía haber vuelto a casa caminando, pero no con aquellas botas de tacón alto. Luego él se sacó el casco y una melena negra como carbón le cayó sobre la espalda. Aquellos ojos azules y penetrantes escanearon lentamente el cuerpo de ella. Cuando los ojos de ambos se encontraron se dio cuenta de que era el mismísimo Lucifer y de que estaba metida en un buen lío.
El supoque ella significaba problemas desde el instante en el que la vio con el sol poniente formando una aureola alrededor de su pelo rojizo y dorado. Era una mujer menuda pero tenía sus curvas y parecía muy enfadada. Llevaba puesto una sencilla falda negra con vuelo y una pequeña camiseta negra. Sin embargo, no pudo evitar sonreír al ver que también llevaba unas botas altas de cuero con cordones. Loque le faltaba: problemas en forma de un angelito sexy.
Puso el casco sobre el asiento, se giró y caminó hacia ella. Al acercarse, ella dio unos pasos hacia atrás, luego se armó de valor, se detuvo y le miró. El entendía el nerviosismo y sonrió para tranquilizarla.
¡Qué sonrisa! El propósito era tranquilizarla, pero se parecía más a una clara invitación al pecado. Cuando él sonrió, un vientorepentino los envolvió y Gabriel extendió la mano para tocarle el pelo porque unos pequeños rizos se habían escapado de la pinza y revoloteaban alrededor de la cara de la mujer. El suave roce la asustó, a lo que él retiró la mano. El momento mágico había desaparecido.
El no necesitaba esta complicación. Necesitaba montarse en su moto y seguir adelante. Era la única forma de dejar atrás sus demonios.Podía parecerse a Lucifer, pero sabía que no podía dejarla allí sin más.
—¿Necesita que la lleve? —le preguntó.
Era una pregunta sencilla, pero al hacerla con aquella voz baja y áspera, conjuró en su cabeza todo tipo de imágenes de lugares a los que la podría llevar: a una cama, a una mesa, a un mostrador, a su regazo; ambos desnudos.
Sacudió la cabeza para disipar aquellas imágenes y al mismotiempo asentir. No le conocía; no sabía a dónde iba o dónde había estado, pero sabía que el demonio la estaba llamando y su respuesta era definitivamente que sí. Se estremeció anticipando lo que estaba por llegar.
Gabriel vio cómo la mujer se estremecía y se excitaba, pero intentó ignorar aquella reacción. Necesitaba seguir moviéndose si quería sacarle ventaja a sus pecados. En lugar de eso,soltando un suave suspiro, se sacó la raída chaqueta de cuero y se la colocó a ella sobre los hombros.
Envuelta en el calor del cuerpo de aquel hombre y el olor de su piel María notó cómo se le apretaban los muslos y se le endurecían los pezones. Intentó recuperar el control de su cuerpo. No podía explicar la reacción que aquel extraño le provocaba y el deseo no deseado la ponía nerviosa.
—Se me haestropeado el coche —dijo con más aspereza de la intencionada. Estaba irritada por la larga espera al sol abrasador y por ser tan consciente de la presencia de aquel hombre. No quería que viese lo desequilibrada que le hacía sentir—. He estado esperando durante horas a que pasase alguien. Sólo quiero llegar a casa.
—No hace falta que me arranque la cabeza. Solamente estaba ofreciendo mi ayuda—contestó él alzando las manos en un gesto defensivo—. Para decirle la verdad, yo me quedo tan ancho si la dejo aquí. —Le sacó la chaqueta de los hombros y empezó a caminar hacia la moto. María se mordió los labios al verle alejarse. No pretendería marcharse y dejarla allí, ¿verdad? Se puso la chaqueta y cogió el casco. Ella quería dejarle ir, pero nada más verle supo que el destino ya había...
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