El animal público
El animal público
Hacia una antropología de los espacios urbanos
EDITORIAL ANAGRAMA
BARCELONA
Diseño de la colección: Julio Vivas Ilustración: «30103/93", Pamela Jane (P.J.) Crook, 1993
El día 8 de abril de 1999, el jurado compuesto por Salvador Clotas, Román Gubern, Xavier Rubert de Ventós, Fernando Savater, Vicente Verdú y el editor Jorge Herralde, concedió, pormayoría, el XXVII Premio Anagrama de Ensayo a El animal público, de Manuel Delgado. Resultó finalista Los Goytisolo, de Miguel Dalmau.
Primera edición: mavo 1999 Segunda edicíon: mayo 1999 Tercera edición: julio 1999 Cuarta edición: julio 1999
cultura Libre
© Manuel Delgado, 1999
© EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 1999
Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 84-339-0580-5 Depósito Legal: B.35222-1999
Printcd in Spain Liberduplex, S.L., Constitució, 19,08014 Barcelona
PROLOGO: EL OTRO GENERALIZADO
Yo soy exactamente lo que ves -dice la máscara- y todo lo que temes detrás.
Masa y poder,
ELlAS CANETTI
Si ya de por sí es compromerido explicar en qué consisre la anrropología, y cuáles son sus objeros y sus objetivos, mucho más lo es rener que dar cuenra de su papel enconrexros en los que, en principio, no se la esperaba. En efecro, es obvio que los morivos que fundaron la antropología como disciplina --el conocimienro de las sociedades exóticas- carecen hoy de senrido, en un mundo crecienremenre globalizado en que ya apenas es posible -si algún día lo fue de veras- enconrrar el modelo de comunidad exenra, culruralmenre dererminada y socialmenre inregrada, que laernografía había converrido en su objero cenrral. Ya no hay -si es que las hubo alguna vez- sociedades a las que aplicar el calificarivo de «simples» o «primitivas», al igual que rampoco se puede aspirar a enconrrar hoy culruras claramenre conrorneables, capaces de organizar significativamente la experiencia humana a través de una vi-
sión del mundo omniabarcativa, libre de insuficiencias,conrradicciones o paradojas, con la excepción, claro está, de ese refugio para la claridad de ideas que son en la acrualidad los fanatismos ideológicos o religiosos de cualquier signo. Disuelro su asunro rradicional de conocimienro, puede anrojarse que el anrropólogo debe comporrarse como una especie de reparriado forzoso, que procura infilrrarse enrre las rendijas remáricas sin cubrir del mundomoderno y adaprarse a rrabajar en rodo ripo de sumideros y reservorios de no se sabe exacramenre qué, aunque lo que acabe estudiando se parezca a los saldos y resros de serie que las demás ciencias sociales renuncian a rrarar. Como si el
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antropólogo que hubiera optado por estudiar su propia sociedad
sólo estuviera legitimado a actuar sobre rarezas sociales y extravan-
gancias culturales,algo así como los residuos del festín que para la sociología, la economía o la ciencia política son las sociedades contemporáneas. Puede vérsele, entonces, observando atentamente costumbres ancestrales, ritos atávicos, supervivencias religiosas y
otros excedentes simbólicos más o menos inútiles, 0, yeso es mucho peor, grupos humanos que la mayoría social o el orden político han problematizadopreviamente, con lo que el antropólogo puede aparecer complicado involuntariamente en el marcaje y fiscalización de disidencias o presencias considerarlas alarmantes. La tendencia a asignar a los antropólogos -y de muchos antropólogos a asumirlas como propias- tareas de inventariado. tipificación y escrutamiento de «sectores conflictivos» de la sociedad -a saber, inmigrantes, sectarios, jóvenes,gitanos, enfermos, marginados, etc.demostraría la inclinación a hacer de la antropología de las sociedades industrializadas una especie de ciencia de las anomalías y las desviaciones. Lejos de esa contribución positiva que se espera de ella para el control sobre supuestos descarriados e indeseables, lo cierto es que la antropología no debería encontrar obstáculo alguno en seguir atendiendo en las...
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