el arbol del relampago, patrick rothfuss
EL ÁRBOL DEL RELÁMPAGO
El Árbol del Relámpago
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PATRICK ROTHFUSS
Por la mañana: El Sendero Angosto
Bast casi logró salir por la puerta trasera de la posada Roca de Guía.
En realidad había logrado salir, tenía ambos pies sobre el pórtico y la
puerta estaba casi completamente cerrada tras él antes de que oyera la
voz de su maestro.
Se detuvo, la manoen el cerrojo. Le frunció el ceño a la puerta, que
estaba casi a una mano de distancia de ser cerrada. No había hecho
ningún ruido. Lo sabía. Conocía todas las silenciosas piezas de la posada,
qué tablones suspiraban bajo el pie, cuáles ventanas se atoraban…
Los goznes de la puerta trasera chirriaban algunas veces, dependiendo
de su estado de ánimo, pero eso era fácil de evitar. Bast cambió suagarre en el cerrojo, haló hacia arriba de modo que la puerta no colgara
tan pesadamente, luego la cerró lentamente. Ningún chirrido. El
movimiento de la puerta fue más suave que un suspiro.
Bast se enderezó y sonrió. Su expresión era dulce y astuta y salvaje. Se
veía como un niño travieso que ha conseguido robar la luna y comérsela.
Su sonrisa era como la última franja restante de luna,afilada y blanca y
peligrosa.
—¡Bast! —La llamada se oyó otra vez, más fuerte. No tan grosero como
un grito, su maestro nunca tendría inclinación por los berridos. Pero
cuando quería hacerse escuchar, su barítono no era detenido por algo tan
insustancial como una puerta de roble. Su voz se proyectaba como la
resonancia de un cuerno, y Bast sintió que su nombre tiraba de él como
una manoalrededor de su corazón.
Suspiró, luego abrió la puerta con suavidad y volvió a entrar. Era
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moreno, y alto, y encantador. Cuando caminaba se veía como si bailara.
—¿Sí, Reshi? —llamó.
Después de un momento el posadero entró en la cocina; llevaba un
limpio delantal blanco y su cabello era rojo. Fuera de eso, era
dolorosamente común. Surostro sostenía la pastosa placidez de los
posaderos de todas partes. A pesar de la temprana hora, se veía cansado.
Le alcanzó a Bast un libro de cuero.
—Casi olvidas esto —le dijo sin ningún rastro de sarcasmo.
Bast tomó el libro y fingió sorpresa.
—¡Oh! ¡Gracias, Reshi!
El posadero se encogió de hombros y su boca compuso la forma de una
sonrisa.
—No hay problema, Bast. Mientras haces tusmandados, ¿te molestaría
conseguir algunos huevos?
Bast asintió, metiéndose el libro bajo el brazo.
—¿Algo más? —preguntó diligentemente.
—Tal vez unas zanahorias, también. Estoy pensando que haremos
estofado esta noche. Es Abatida, así que necesitaremos estar listos para
una multitud.
Su boca se alzó ligeramente en una de las esquinas mientras decía esto.
El posadero empezó a darsevuelta, luego se detuvo.
—Oh. El chico de los Williams pasó por aquí anoche, buscándote. No
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dejó ninguna clase de mensaje.
Le alzó una ceja a Bast. La mirada decía más de lo que decía.
—No tengo la menor idea de qué quiere —dijo Bast.
El posadero emitió un sonido como quitándole importancia y se volvió
hacia la estancia común.
Antes deque hubiera dado tres pasos, Bast ya estaba afuera de la puerta
y corriendo a través de la luz del alba.
Para cuando llegó, ya había dos niños esperando. Jugaban en el enorme
itinolito que yacía medio caído al pie de la loma, escalando por el lado
inclinado y luego saltando al alto césped.
Sabiendo que estaban mirando, Bast se tomó su tiempo subiendo la
diminuta colina. En la cima seerguía lo que los niños llamaban el árbol
del relámpago, aunque estos días era poco más que un tronco sin ramas
apenas más alto que un hombre. Toda la corteza se había caído hacía
mucho, y el sol había desteñido la madera hasta dejarla blanca como
hueso. Todo excepto la copa, donde incluso a pesar de todos estos años
la madera estaba chamuscada y ennegrecida.
Bast tocó el tronco con las puntas...
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