El arbol
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
EL AUTOR DE LA SEMANA
20 al 26 de enero de 1997
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María Luisa Bombal
El árbol
A Nina Anguita, gran artista,
mágica amiga que supo dar
vida y realidad a mi árbol imaginado; dedico el cuento que,
sin saber, escribí para ella mucho antes de conocerla.
E
l pianista se sienta, tose por prejui
cio y se concentra un instante.Las
luces en racimo que alumbran la sala declinan lentamente hasta detenerse en un
resplandor mortecino de brasa, al tiempo que una frase musical comienza a
subir en el silencio, a desenvolverse, clara, estrecha y juiciosamente caprichosa.
«Mozart, tal vez» piensa Brígida. Como de costumbre se ha olvidado
de pedir el programa. «Mozart, tal vez, o Scarlatti...» ¡Sabía tan poca música! Y no eraporque no tuviese oído ni afición. De niña fue ella quien reclamó lecciones de piano; nadie necesitó imponérselas, como a sus hermanas.
Sus hermanas, sin embargo, tocaban ahora correctamente y descifraban a
primera vista, en tanto que ella... Ella había abandonado los estudios al año
de iniciarlos. La razón de su inconsecuencia era tan sencilla como vergonzosa: jamás había conseguido aprenderla llave de Fa, jamás. «No comprendo,
no me alcanza la memoria más que para la llave de Sol». ¡La indignación de
su padre! «¡A cualquiera le doy esta carga de un infeliz viudo con varias hijas
que educar! ¡Pobre Carmen! Seguramente habría sufrido por Brígida. Es retardada esta criatura».
UNIVERSIDAD DE CHILE
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EL AUTOR DE LA SEMANA
20 al 26 de enero de 19972
Brígida era la menor de seis niñas, todas diferentes de carácter. Cuando
el padre llegaba por fin a su sexta hija, lo hacía tan perplejo y agotado por las
cinco primeras que prefería simplificarse el día declarándola retardada. No
voy a luchar más, es inútil. Déjenla. Si no quiere estudiar, que no estudie. Si
le gusta pasarse en la cocina, oyendo cuentos de ánimas, allá ella. Si legustan las muñecas a los dieciséis años, que juegue». Y Brígida había conservado sus muñecas y permanecido totalmente ignorante.
¡Qué agradable es ser ignorante! ¡No saber exactamente quién fue Mozart;
desconocer sus orígenes, sus influencias, las particularidades de su técnica!
Dejarse solamente llevar por él de la mano, como ahora.
Y Mozart la lleva, en efecto. La lleva por un puente suspendidosobre un
agua cristalina que corre en un lecho de arena rosada. Ella está vestida de
blanco, con un quitasol de encaje, complicado y fino como una telaraña,
abierto sobre el hombro.
Estás cada día más joven, Brígida. Ayer encontré a tu marido, a tu ex
marido, quiero decir. Tiene todo el pelo blanco.
Pero ella no contesta, no se detiene, sigue cruzando el puente que Mozart
le ha tendidohacia el jardín de sus años juveniles.
Altos surtidores en los que el agua canta. Sus dieciocho años, sus trenzas castañas que desatadas le llegaban hasta los tobillos, su tez dorada, sus
ojos oscuros tan abiertos y como interrogantes. Una pequeña boca de labios
carnosos, una sonrisa dulce y el cuerpo más liviano y gracioso del mundo.
¿En qué pensaba, sentada al borde de la fuente? En nada. «Estan tonta como
linda» decían. Pero a ella nunca le importó ser tonta ni «planchar» (1) en los
bailes. Una a una iban pidiendo en matrimonio a sus hermanas. A ella no la
pedía nadie.
¡Mozart! Ahora le brinda una escalera de mármol azul por donde ella
baja entre una doble fila de lirios de hielo. Y ahora le abre una verja de
barrotes con puntas doradas para que ella pueda echarse al cuello deLuis, el
amigo íntimo de su padre. Desde muy niña, cuando todos la abandonaban,
corría hacia Luis. Él la alzaba y ella le rodeaba el cuello con los brazos, entre
risas que eran como pequeños gorjeos y besos que le disparaba aturdidamente
(1) Hacer el ridículo. (N. del E.)
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