El Arbolito De Aj
Misteriosamente en el patio frontal de la casa nació un palito de ají. Digo esto, porque yo no lo sembré ni ningún
miembro de la familia. He llegado a la conclusión que Dios se valió de algún pajarito para que depositara la semilla en el
patio, un milagro. Al inicio, el vecino me decía que parecía un palito de ají picante y tuve deseos de cortarlo; sin
embargo, mi mamá me recomendó que no lo hiciera hasta que diera fruto y así lo hice. Efectivamente mi madre tenía
razón, era ají dulce. Él ha ido creciendo y cada vez que veo sus ramas mecerse con el viento me da la impresión que lo
hace con alegría. Casi a diario recojo sus frutos y lo más milagroso es que entre más frutos recojo más flores brotan
dando nuevas cosechas. Comparto sus frutos con los vecinos cercanos, mi mamá y una compañera del trabajo.
Este arbolito me da una gran lección sobre el don de
DAR sin esperar nada a cambio. Creo que el arbolito siente
un gran gozo cada vez que retiro sus frutos y lo hago con cuidado para no lastimarlo. Al día siguiente amanecen nuevos
frutos listos para ser retirados. Así debe ser nuestras vidas, darnos por completo al bien de los demás y nunca
cansarnos.
La plantita se siente feliz, porque ha crecido en un espacio donde no molesta a nadie y puede cumplir a cabalidad con su misión. Procuro que reciba a diario agua y de vez en cuando le coloco tierra en su base.
Nosotros también debemos sentirnos felices por la oportunidad que nos da Dios de dar frutos aunque, en
ocasiones, no estemos o no nos sintamos cómodos en el lugar donde estamos. Debemos alimentarnos a diario de su
palabra y nutrirnos de los acontecimientos de la vida, porque en cada situación Dios nos habla.
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