El Archivo De Icaro - Cuento

El archivo de Ícaro
Cuento
Jaír García Zapata

Les esperaba una ingente labor ese día y por eso había que madrugar a preparar el equipo. A eso de las seis, los rayos del sol se precipitaron implacables por la ventana e hirieron su rostro; trató de cubrirse con la sábana pero el grito de su madre le sacó del letargo.
* ¡Sinvergüenza, levántese! ¿No ves que tenés que trabajar? Allí estáAntonio tocando el portón desde hace rato, ¡Por eso es que te echan de todas partes!
* Ya voy mamá y deje tanta cantaleta ¡Carajo!
Cuando salió del baño con la toalla enroscada en su cuerpo húmedo, se topó con la mirada de Antonio quien le saludó con un ligero movimiento de cabeza y una tímida sonrisa. Su madre le había invitado a entrar y de paso le había ofrecido un café caliente, el cualsaboreaba a pequeños y ruidosos sorbos acompañado de una rosca de pandebono. También ella lo observaba desde que salió del baño, su postura típica para estas circunstancias: los brazos cruzados sobre el pecho y esa expresión de reproche en su rostro. No contestó el saludo, lo miró con frialdad y continuó presuroso hacia su cuarto.
Una vez calzado el suéter sintió la soledad de la mañana; nohabía dormido bien, como en las últimas noches había llegado a eso de la media noche, tal vez más tarde pues el club de ajedrez a esa hora se quedaba prácticamente vacío; entonces tomaba rumbo a casa por las calles solitarias, con esa amarga desazón en su ánimo. A veces se detenía en los almacenes o frente a los restaurantes en la acera silenciosa; su mirada triste se perdía errática en losamplios ventanales, esos ventanales iluminados e impecables, en donde veía con lejana tristeza las viandas apetitosas..., pero había aprendido a bloquear su mente, a hacer abstracción de lo que veía al punto que sus glándulas salivales ya no secretaban nada, tan sólo era consciente de una ligera desazón en su estómago, pero eso no importaba mucho, total, esas comidas eran para la gente de plata y el yaestaba acostumbrado a las continuas emergencias económicas. Así pues, se encogía de hombros, metía las manos en los bolsillos vacíos y con paso cansino continuaba su camino con un aura de nostalgia que nunca le abandonaba, perdido en oscuras cavilaciones.
- ¡Que raro! – Pensaba – ¡Siempre es así! Todo lo que percibo en las noches es una interminable sucesión de soledades – Y seguía la marchasolitaria, hasta que se le iluminaba el rostro y encendía el ánimo al avistar a lo lejos el poste salvador. Sí, el eterno guardián de su casa, ese poste que conocía desde que tenía memoria y que con el tiempo se había convertido en su único y leal amigo. Era grato verlo con su lamparita allá arriba, alumbrando, desparramando su luz mortecina sobre la fría acera de cemento y por supuesto sobre lafachada de su casa. Sentía que no estaba solo, que aquel enhiesto vigilante siempre le saludaba, siempre le esperaba y aún estaba pendiente cuando su llave acuciosa buscaba la cerradura. Como de costumbre, antes de entrar le dirigía una mirada, como si le agradeciese que velara por él antes de perderse en la oscuridad de la casa.
Cuando salió del cuarto su madre ya no estaba en la salita,sin duda como de costumbre deambulaba en la cocina organizando trastos; había otra taza de café oscuro esperándole, y por supuesto, otra rosca de pandebono; se sentó en silencio sin comentar nada mientras su amigo le miraba impasible.
* No demoran por nosotros Ricardo
* Estoy preparado, ¿De cuantos pisos es el edificio que vamos a limpiar?
* Diez o doce pisos o algo así – contestó elotro sin mucho ánimo.
* Es bueno ver la ciudad desde esa altura Antonio, pareceremos dos extraños pájaros carpinteros, con la diferencia que no habrá árboles, sino muchas ventanas…, frías ventanas que nos estarán observando cara a cara. – dijo y se quedó mirando al vacío con un pedazo de rosca en la mano.
En ese momento se oyó el pito del camión que se apostó justo frente a la casa....