El arte de Bebo de Cuba

Páginas: 15 (3600 palabras) Publicado: 20 de abril de 2013
“La vida de Bebo es una película. Aprendió a tocar el piano en una mesa con las teclas dibujadas. Hablar con él era conocer a Cachao, el guaguancó, a Bill Evans, a Rachmaninov y el jazz. Ahora mismo estoy viendo una foto de él abrazado a Sarah Vaughan y a Nat King Cole. Bebo es la música cubana del siglo XX”.
Javier Limón

(Esto es un boceto, un atisbo que apenas permite sospechar al hombreque fue Bebo Valdés. Para que este texto adquiriera cabal dimensión, serían necesarias un par de voces que aquí faltan, sería necesario acudir al Quivicán natal, a la Suecia segunda patria, a todos esos parajes y personas en los que dejó huella. Pero no es posible. Parafraseando a Ana Prieto a propósito de Borges, entre los recuerdos, las veracidades y el eco, el único testimonio es su música. Peroaun así surge terca e imperiosa la necesidad de un texto como este).

Bebo Valdés era un hombre extraño. Gigante del jazz afrocubano en la era en que se forjaban los caminos del género, la primera imagen suya que evocan sus conocidos es sin embargo la de un tipo sencillísimo, un caballero de la vieja escuela. Resulta así que es uno de los pocos casos de la historia del arte en el que la maestríacede paso a la personalidad no por sus excesos -Hemingway- ni por su originalidad –Borges, Woody Allen- sino por ser, simplemente, un hombre de bien.

Un hombre de bien que sin embargo no pudo renunciar a la libertad de tocar el piano sin cortapisas. Un hombre de bien que se afincó en una tierra nórdica y distante, en la que permaneció treinta años rumiando silenciosamente su arte, en latranquilidad de los salones. Unos salones que nunca supieron que tenían una leyenda viva. Un hombre de bien que lo largó todo con tal de que lo dejaran tocar en paz.

La historia de Bebo Valdés, que es inseparable a la del jazz afrocubano, empezó hace muchísimo tiempo, con unos europeos lujuriosos y unos esclavos africanos mezclados hasta el infinito, con un piano que fue violado dulcemente por untambor frenético e intraducible, con una síncopa que perdió la virginidad en una maratón de sucesiones rítmicas.

A esa fusión permanentemente inconclusa llegaronen los años 30 Dionisio Ramón Emilio (Bebo) Valdés Amaro y su piano con la intención de divertirse, sin saber que llegaría a estampar su nombre en la tarja de los padres fundadores.

Eran los años de La Habana nocturna, un gigantescogarito en el que los turistas acompañaban el alcohol, los juegos de azar y las drogas con la banda sonora de los impetuosos músicos cubanos. Bebo por entonces andaba incursionando en el jazz, absorbiendo todo lo que podía de sus admirados Art Tatum y Bill Evans, pero se nutría también “de la rutina de la calle, el boogie-boogie, el danzón, la rumba”, como dijo alguna vez.

Siendo unadolescente,Caballón -como también lo llamaban por su alta estatura- se enrola con su amigo de la infancia Israel López Cachao en la creación de una orquesta, en la que el genial bajista cocinaba el futuro mambo. Mientras continúa sus estudios, se va abriendo paso como pianista en formaciones como la de Wilfredo García Curbelo y Julio Cueva. En esta combinación de academia y universidad de la calle va germinandouna manera única de tocar, un estilo que permite a cualquier melómano distinguir los arreglos e interpretaciones de Bebo Valdés.

El año 1947 o 1948 -este dato como muchos otros de su vida, es bastante impreciso- significa el primer viaje de Bebo tras sus raíces africanas.Visita Haití; allí siente su alma católica resonar con esos rituales en los que no cree, pero le conectan con un pasadovibrante, tan suyo como las composiciones de Saumell y tan contagioso como el guaguancó del reparto Santa Amalia, pero aún más antiguo, un arcano de indescifrable atractivo. Un santero que conoció le revela premonitoriamente que ese viaje a los orígenes tendrá otros destinos y que algún día visitará Salvador de Bahia, ese pedazo de África insertado en tierra americana, en el que la religión yoruba...
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