El arte de saber
El ensayista, filósofo y director de la revista Critical Inquiry, Arnold I. Davidson, es presentado en La Vanguardia como la antiimagen del filósofoengolado. La entrevista que le hacen en París los enviados del periódico catalán lleva su fotografía: un rapero con barba, el cráneo rapado, sonriente y contemplativo.
Laentrevista podría haber discurrido por cualquier derrotero –tan amplias son las referencias literarias, cinematográficas y musicales manejadas por el autor- pero encualquier caso nos habría conducido a la misma proposición: la filosofía es una actividad académica sólo en la medida en que ha perdido su razón de ser.
En el sofisticadoalarde conceptual de los actuales maestros de filosofía debemos identificar, además, algo que se parece mucho a la traición. Como si el prestigio administrado por el gremioprofesoral de generación en generación no fuera más que un intento por ocultar el verdadero origen y sentido del pensar.
Davidson quiere subrayar el vínculo existencialque acuñó la actividad filosófica: no una opción intelectual separada de la vida, no una institución cultural del Estado, no el inventario histórico de la bibliotecauniversal. Se trata más bien de un infatigable diálogo entre el individuo y la palpitante y huidiza experiencia de sí mismo.
Dice Davidson que la filosofía es un ejercicioespiritual, una práctica tan recomendable, urgente y necesaria como lo fue hace 2.500 años. Que probablemente resulte hoy en día extraño el comportamiento de un filósofodispuesto a forjar un estilo de vida y un arte personal, un íntimo y quizá secreto modo de entender el mundo, pero que ningún otro anhelo puede considerarse “amor a la sabiduría”.
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