EL ATAVÍO DE LAS COSAS

EL ATAVÍO DE LAS COSAS
Si alguna vez perdéis el gusto por los objetos, observad entonces, no sin cierto prejuicio, las
insidiosas modificaciones aportadas en su superficie por lossensacionales acontecimientos de
la luz o el viento, según huyan las nubes, según tal o cual grupo de bombillas diurnas se apague
o encienda, además de estas continuas sacudidas demanteles, estas vibraciones, estos vahos,
estos hálitos, estos juegos de soplos, de ligeros pedos.
Amad la compañía de estos mosquitos y sus evoluciones a vuestra altura, al abrigo de lospájaros bajo los árboles proporcionados a vuestra talla.
Conmoveos con estos acontecimientos sensacionales y mutaciones, grandiosas aunque
delicadas, extraordinariamente dramáticas,aunque ordinariamente desapercibidas.
Pero la explicación por el sol y el viento constantemente presente en vuestro espíritu, os priva
de muchas sorpresas y maravillas. En el paisaje de unbosque ninguno de estos
acontecimientos os hace detener vuestra marcha, ni os sumerge en la estupefacción de una
atención dramática, mientras que la aparición de la forma más banal,la irrupción de un pájaro,
por ejemplo, enseguida os cautiva.
Aprended, pues, a considerar el día simplemente. Es decir, por encima de las tierras y sus
objetos, estos milagros debombillas o frascos suspendidos de un firmamento, pero en todas
las alturas y en todos los lugares, de suerte que lo disimulan en vez de mostrarlo. Se apagan y
encienden de nuevo, yarropan con atavíos al espectador al mismo tiempo que al espectáculo,
cambiando según la hora y el lugar, siguiendo la voluntad o capricho de algún poderoso
apuntador de escena, o quizásoplos de viento que sentimos sobre las mejillas, y también los
que no sentimos.
Francis Ponge

Amo las cosas que nunca tuve
con las otras que ya no tengo.
Gabriela Mistral