El Avión de la Bella Durmiente

Páginas: 9 (2166 palabras) Publicado: 31 de octubre de 2014
Gabriel Garca Mrquez Era bella, elstica, con una piel tierna del color del pan y los ojos de almendras verdes, y tena el cabello liso y negro y largo hasta la espalda, y una aura de antigedad que lo mismo poda ser de Indonesia que de los Andes. Estaba vestida con un gusto sutil chaqueta de lince, blusa de seda natural con flores muy tenues, pantalones de lino crudo, y unos zapatos lineales delcolor de las bugambilias. Esta es la mujer ms bella que he visto en mi vida, pens, cuando la vi pasar con sus sigilosos trancos de leona, mientras yo haca la cola para abordar el avin de Nueva York en el aeropuerto Charles de Gaulle de Pars. Fue una aparicin sobrenatural que existi slo un instante y, desapareci en la muchedumbre del vestbulo. Eran las nueve de la maana. Estaba nevando desde lanoche anterior, y el trnsito era ms denso que de costumbre en las calles de la ciudad, y ms lento an en la autopista, y haba camiones de carga alineados a la orilla, y automviles humeantes en la nieve. En el vestbulo del aeropuerto, en cambio, la vida segua en primavera. Yo estaba en la fila de registro detrs de una anciana holandesa que demor casi una hora discutiendo el peso de sus once maletas.Empezaba a aburrirme cuando vi la aparicin instantnea que me dej sin aliento, as que no supe cmo termin el altercado, hasta que la empleada me baj de las nubes con un reproche por mi distraccin. A modo de disculpa le pregunt si crea en los amores a primera vista. Claro que s, me dijo. Los imposibles son los otros. Sigui con la vista fija en la pantalla, de la computadora, y me pregunt qu asientoprefera fumar o no fumar. -Me da lo mismo -le dije con toda intencin-, siempre que no sea al lado de las once maletas. Ella lo agradeci con una sonrisa comercial sin apartar la vista de la pantalla fosforescente. -Escoja un nmero -me dijo- tres, cuatro o siete. -Cuatro. Su sonrisa tuvo un destello triunfal. -En quince aos que llevo aqu -dijo-, es el primero que no escoge el siete. Marc en latarjeta de embarque el nmero del asiento y me la entreg con el resto de mis papeles, mirndome por primera vez con unos ojos color de uva que me sirvieron de consuelo mientras volva a ver la bella. Slo entonces me advirti que el aeropuerto acababa de cerrarse y todos los vuelos estaban diferidos. -Hasta cundo -Hasta que Dios quiera -dijo con su sonrisa. La radio anunci esta maana que ser lanevada ms grande del ao. Se equivoc fue la ms grande del siglo. Pero en la sala de espera de la primera clase la primavera era tan real que haba rosas vivas en los floreros y hasta la msica enlatada pareca tan sublime y sedante como lo pretendan sus creadores. De pronto se me ocurri que aquel era un refugio adecuado para la bella, y la busqu en los otros salones, estremecido por mi propia audacia.Pero la mayora eran hombres de la vida real que lean peridicos en ingls mientras sus mujeres pensaban en otros, contemplando los aviones muertos en la nieve a travs de las vidrieras panormicas, contemplando las fbricas glaciales, los vastos sementeras de Roissy devastados por los leones. Despus del medioda no haba un espacio disponible, y el calor se haba vuelto tan insoportable que escap pararespirar. Afuera encontr un espectculo sobrecogedor. Gentes de toda ley haban desbordado las salas de espera, y estaban acampadas en los corredores sofocantes, y aun en las escaleras, tendidas por los suelos con sus animales y sus nios, y sus enseres de viaje. Pues tambin la comunicacin con la ciudad estaba interrumpida, y el palacio de plstico, transparente pareca una inmensa cpsula espacial varada enla tormenta. No pude evitar la idea de que tambin la bella deba estar en algn lugar en medio de aquellas hordas mansas, y esa fantasa me infundi nuevos nimos para esperar. A la hora del almuerzo habamos asumido nuestra conciencia de nufragos. Las colas se hicieron interminables frente a los siete restaurantes, las cafeteras, los bares atestados, y en menos de tres horas tuvieron que cerrarlos...
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