El bago y su espiritu

Páginas: 83 (20619 palabras) Publicado: 29 de mayo de 2010
La vaguedad se enseñoreó en mi espíritu deprimido.
“Jamás podrás vencer si antes te sientes vencido”. Malditas palabras que rechinaban en mi conciencia.
¿Es fácil vencer? ¿Quiénes me ayudarán a vencer?
¿Cómo puedo vencer? Lógico que ni siquiera el eco podía responderme a tan abrupta pretensión, pues estaba encajonado y mi garganta irritada de tanto gritar.
Probé suerte y caminé por laspartes más altas, divisando desde lejos y apretujado entre la muchedumbre, los ojos vivarachos y la piel morena de aquella enigmática mujer.
Creo que cuando levantaba la cabeza por entre los demás, logró sigilosamente pasearse y burlar el cerco visual que le había tendido.
Una, Pero me encontré con dos salpicada de sudor, con livianos zapatos de andar rápido, alcancé a divisar a una de ellas.Por momento me desesperé y comencé a abrirme paso entre la gente, y a empujones logré retroceder en vez de avanzar.
“Más conviene la calma que el desespero”.
Al volver a mirar, la soledad se había apoderado del espectáculo.
“Esa se llama Rebeca y es la coordinadora del espectáculo”, le oí decir a una de esas mujeres que se ganan remoquetes pueblerinos por sus aventuras amorosasdesesperantes.
A ella me acerqué y le pregunté: ¿A cuál de ellas? y con el dedo de la mano me indicaba: “a esa, a esa, la cintura de mico” .Respondiéndome a secas.
Esa expresión fue explosiva y en forma disimulada me aparté de ella para digerir el apelativo.
Suponía que Rebeca era una mujer diligente y merecía el respeto del pueblo, de crédulos e incrédulos pues sus seguidores podían formar el alboroto.Lentamente anduve tras mi sombra y viéndola muy de cerca, la observé detenidamente de pies a cabeza, haciendo un alto de conciencia en su caderas y aun cuando no lo quisiera, tratando de moldear su cintura con la de un primate.
Ya las churrias de las velas comenzaban a deslizarse y a quemar a los bailadores.
Las mujeres danzaban y llamando rítmicamente a sus parejas, formaban hermosassiluetas que denotaban la maestría y la agilidad del ambiente. Se saboreaba el licor y retumbaban los tambores al son del “llamador”.
Rebeca seguía allí, ordenando, agilizando el paso y desatada en piquería para que su elenco no se dejara masacrar por el repicar del tambor y el sabor a gaita.
A una orden, escuché que esa gaita se llamaba “la congona” y que quienes la ejecutan necesitan cualidadesartísticas especiales, muchas veces con cierta tendencia femenina en los “parejos” y plasticidad en las mujeres.
Confundido entre la miel del ritmo, me sentí atraído y palmoteaban mis manos tratando de llamar la atención a Rebeca. Pero, era tanta la algarabía, que mi accionar sólo era igual al grito de un pájaro en la inmensidad de la selva.
Animado por el contagio rítmico, me acerqué donde tresseñores embriagados y con cierta osadía me urgí a pedirles un trago. Uno de ellos se paró y me dijo: “Tómese éste y otro más para que se entusiasme; con el tercero se le prenden las orejas y yo le digo”……. Mi conversación fue corta y sola.
Conrado Plata se me presentó como el alcalde. Un hombre un poco cargado de barriga, mostachos a ras de labios, charlatán y amantes de hablar de comidas finas yexcelentes vinos; los otros dos reflejaban en sus rostros atropellos de parranda y con voz estropajosa me hablaban de López Michelsen, Lleras Restrepo y de un tal Macho Flaco, godo hasta los tuétanos.
Estimé que no podía estar allí ante esta situación y que, además, mi vocación de apolítico no podía confundirse al calor del ron.
Como pude, me corrí a un lado suavemente y me alejé de ellos y de lamúsica. No quería perder de vista ni a Rebeca, ni al espectáculo ni al ritmo tribal de los bailadores, pero si quería paz tenia que sacrificar todo.
Desde lejos vi que uno de los borrachitos bailaba socarronamente, pero no alcance a distinguir su pareja, recuerdo que hablaba de una tal Carmen Elena.
Avanzada la noche, regresé a mi alcoba y, detenidamente, observé la cama, constaté que la...
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