El Beso De La Mujer Ara A
A ella se le ve que algo raro tiene, que no es una mujer como todas. Parece muy joven, de unos
veinticinco años cuanto más, una carita un poco de gata, la nariz chica, respingada, el corte de cara
es... más redondo que ovalado, la frente ancha, los cachetes también grandes pero que después se van
para abajo en punta, como los gatos. Los ojos claros, casi seguro que verdes, los entrecierra para
dibujar mejor. Mira al modelo, la pantera negra del zoológico, que primero estaba quieta en la jaula,
echada. Pero cuando la chica hizo ruido con el atril y la silla, la pantera la vio y empezó a pasearse por
la jaula y a rugirle a la chica, que hasta entonces no encontraba bien el sombreado que le iba a dar al
dibujo.
¿El animal no la puede oler antes?
No, porque en la jaula tiene un enorme pedazo de carne, es lo único que puede oler. El guardián le
pone la carne cerca de las rejas, y no puede entrar ningún olor de afuera, a propósito para que la
pantera no se alborote. Y es al notar la rabia de la fiera que la chica empieza a dar trazos cada vez más
rápidos, y dibuja una cara que es de animal y también de diablo. Y la pantera la mira, es una pantera
macho y no se sabe si es para despedazarla y después comerla, o si la mira llevada por otro instinto
más feo todavía.
¿No hay gente en el zoológico ese día?
No, casi nadie. Hace frío, es invierno. Los árboles del parque están pelados. Corre un aire frío. La
chica es casi la única, ahí sentada en el banquito plegadizo que se trae ella misma, y el atril para apoyar
la hoja del dibujo. Un poco más lejos, cerca de la jaula de las jirafas hay unos chicos con la maestra,
pero se van rápido, no aguantan el frío.
¿Y ella no tiene frío?
No, no se acuerda del frío, está como en otro mundo, ensimismada dibujando a la pantera
, metida en
el mundo que tiene adentro de ella misma, y que apenas si lo está empezando a descubrir. Las piernas
las tiene entrelazadas, los zapatos son negros, de taco alto y grueso, sin puntera, se asoman las uñas
pintadas de oscuro. Las medias son brillosas, ese tipo de malla cristal de seda, no se sabe si es rosada la
carne o la media. Las manos de ella están enguantadas, pero para llevar adelante el dibujo se saca el
guante derecho. Las uñas son largas, el esmalte casi negro, y los dedos blancos, hasta que el frío
empieza a amoratárselos. Deja un momento el trabajo, mete la mano debajo del tapado para
calentársela. El tapado es grueso, de felpa negra, las hombreras bien grandes, pero una felpa espesa
como la pelambre de un gato persa y mucho más espesa.
¿Y quién está detrás de ella?
Alguien trata de encender un cigarrillo, el viento apaga la llama del fósforo. Ella oye el chasquido del
fósforo y se sobresalta, se da vuelta. Es un tipo de buena pinta, no un galán lindo, pero de facha
simpática, con sombrero de ala baja, bolsudo y pantalones muy anchos. Se toca el ala del sombrero
como saludo y se disculpa, le dice que el dibujo es bárbaro. Ella ve que es buen tipo, la cara lo vende,
es un tipo muy comprensivo, tranquilo. Ella se retoca un poco el peinado con la mano, medio deshecho
por el viento. Es un flequillo de rulos, y el pelo hasta los hombros que es lo que se usaba, también con
rulos chicos en las puntas, como de permanente casi. Al retocarse el pelo suelta la hoja y el viento se la
lleva. El muchacho corre y la alcanza, se la devuelve a la chica y le pide disculpas. Ella le dice que no
es nada y él se da cuenta que es extranjera por el acento. La chica ...
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