El Bostezo Del Caos
A Propósito de la Ley
Hesiodo estableció como lugar de todo origen el «caos», cuya etimolo¬gía más primaria es la de «el vacío del bostezo» . Al respecto, deben hacerse, al menos, dos apreciaciones. Una, por lo que respecta a la importancia del espacio. Ivan Illich nos ha recordado (recordando a Durkheim a su vez), que el espacio no es el entorno homogéneo que losfilósofos han imaginado: el espa¬cio es una creación social que resulta de la complementariedad asimétrica que entraña cada cultura y que lo envuelve todo . Y la otra podemos encontrarla en Clement Rosset: «La historia de la filosofía occidental se abre con un acta de duelo: la desaparición de las nociones de azar, desorden y caos. Prueba de ello, las palabras de Anaxágoras: «Al principio era el caos,luego vino la inte¬ligencia y lo ordenó todo». Una de las primeras palabras importantes que re¬sonaron en la conciencia del hombre occidental fue, por tanto, para decir que el azar ya no era: palabra inaugural, que evacua del campo filosófico la idea de azar original, constitucional, generador de existencia» .
A pesar de su apariencia, ambas apreciaciones ni son contradictorias ni se oponen , ypueden casarse perfectamente (al menos eso creemos), pues, como el mismo Illich apunta en el texto citado: «La imaginación no es -como podría sugerirlo su etimología- la facultad de formarse imágenes de la realidad. Es, más bien, la facultad de formar imágenes de lo invisi¬ble; es la facultad que "canta la realidad"» . Y, a la vez, parece completa¬mente plausible la interpretación materialista de K.Polanyi sobre Los tra¬bajos y los días de Hesiodo .
Así, pues, el caos inaugura el espacio del pensar, y, recíprocamen¬te el espacio del pensar convertirá cualquier espacio en infinito. Todos los intentos de acotar esa generosa exponencialidad nos parecen aboca¬dos al irás miserable de los fracasos. Aquí nos proponemos ejercitar esa libertad de campo a propósito de la Ley.
De la Ley
Encualquier sentido en el que deseemos tomar la palabra «Ley» de¬bemos hacemos cargo de su carácter intrínsecgmente excepcional. Ya sea como aplicación de una estructura de orden al universo físico, al ámbito moral, o, como es el caso que hemos de tratar, al esfuerzo jurídico .
Esta particularidad (en realidad. necesidad estructural, y demasiadas veces pasada por alto), se pone constantemente demanifiesto, a medida que observamos las constituciones históricas de la razón (paradigma en Kuhn, episteme en Foucault, ideología en Marx. teoría del inconsciente en Freud, etc., etc.). En todos los casos, encontramos esas «arqueologías» de la razón, que, en realidad, no dan cuenta tanto de la imagen de la realidad (tomando por evidente que la realidad no puede plasmarse en sí y como total), como de lasrazones (unas que conciernen a la estructura de las teorías, otras de carácter estratégico e instrumental) con las que se opone. desprecia o ignora otras propuestas .
Tal disposición de los constructos teóricos debe servir para com¬prender que, al menos topológicamente, una situación de orden pervive y se estructura en una doble tensión la que marca el límite de su exteriori¬dad, y la constituidapor el impulso que pauta (no necesariamente direccional) la lógica de orden que tales constructos establecen dentro de y por sí mismos.
Si se admite tal tensión, que de ningún modo es explicativa (y si lo fuera sólo podría serlo del origen), sino de índole descriptiva, deberemos enfrentarnos a dos tipos de lógica que poseen la rara virtud de negarse mutuamente y, a la vez, se reclaman comonecesarias, aunque ocultas. Por ello, la mismidad de la Ley, una vez constituida (el acotamiento del or¬den), debe reclamar, de tanto en tanto, el recuerdo del sueño de espacio que la posibilitó, en un aspecto positivo y en otro negativo. De tal modo que esa neblina mítica es, a la vez, el territorio donde dormita lo injusti¬ficable que guía los sonámbulos pasos del orden (Justicia, Verdad, ¿Dios?),...
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