El Calendario
Aquel día Elisa se había levantado muy feliz y había decidido ir a visitar a su anciano tío aquella misma noche. En realidad a Elisa no le faltaban motivos para serlo, ya que desde hacía varias semanas pasaba a ser la única heredera de la fortuna de su tío Don Pedro. Un gran hacendado propietario de una finca de miles de olivos que todos los años les reportaba suculentas ganancias de la venta del aceite. Además era propietario del molino de aceite y poseía una flota de veinte camiones cisterna y una fábrica de embasado del preciado oro verde, en la que daba trabajo a casi todas las personas que vivían en el pueblo. Sin embargo entre Elisa y tu tío, nunca se habían llevado bien ya que a su tío le gustaba que todos cuantos le rodeaban siempre tuvieran algún motivo para sentirse preocupados y desconfiados. Era un persona huraña y desconfiada, tanto que llevaba personalmente toda la contabilidad de su fortuna, ya que creía que cualquier empleado podía ser un potencial delincuente. Don Pedro no tenía hijos ya que jamás llegó a casarse, ni siquiera se le conoció pretendiente alguna, aunque esto no le extrañaba a nadie debido a su personalidad tan complicada. Debido a su edad, unos años atrás, decidió redactar su testamento, pero como era de esperar fastidiando todo lo que pudo, como a él le había gustado durante toda su vida. En el testamento dejaba toda su fortuna a su única sobrina, Elisa, pero con la condición de que ella hubiera cumplido los dieciocho años y alcanzara la mayoría de edad antes del momento de su muerte, de lo contrario toda su fortuna pasaría a manos de personas anónimas que nada habían tenido que ver con él en toda su vida. Elisa acudió a la casa de su tío, para darle la gran noticia de que a pesar de sus ...
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