El Cambio.

Puedo convertirme en cualquier cosa, en cualquiera.

Cogí el colgante y lo puse en la palma de mi mano, era un colgante de plata con

la imagen de una virgen tallada en ella.

Cerré los dedos alrededor de él y luego cerré los ojos.

Era siempre lo mismo: nada al principio y luego la chispa de algo en el fondo de

mi mente, como quien enciende una lámpara en un cuarto oscuro. Busqué atientas el camino hacia allí, como me habían enseñado, y cuando toqué la luz

en el centro de la oscuridad, sentí como la sensación de luz y calor me envolvía,

como si me tiraran una manta encima, algo grueso y pesado a mi alrededor

cubriendo cada capa de mi propia piel. Y entonces la luz resplandecía y ya

estaba en su interior.

Dentro de la piel de otra persona. Dentro desu mente.

Apreté con más fuerza el colgante de plata, permitiendo que la conexión que me

unía al objeto se sustituyera por el espíritu de la persona que lo había poseído

una vez. Sentí un hormigueo por todo el cuerpo, como si me clavaran alfileres.

Ésa era la peor parte, era tan intenso que la primera vez que lo experimenté creí

que me iba a morir. Pero ya estaba acostumbrada ylo sobrellevé con valor. De

repente, la presión creció dentro de mi piel y mis ojos, que hasta entonces

habían estado cerrados, se abrieron bruscamente y parpadearon, como si

expulsasen agua después de haberse sumergido en un baño.

Había terminado.

Me miré, mi nuevo cuerpo era ligero y delgado, y muy pequeño como para llenar

por completo mi vestido, que era unas tallas másgrande. Parecía una niña

disfrazada con la ropa de su madre. Podía sentir la extrañeza de que fuera un

peso diferente, el de otro cuerpo, y no el mío.

Sentí el roce de los cabellos sobre mis hombros, demasiado espesos como

para que las horquillas que llevaba lo sostuvieran, era de color rubio oscuro y

estaba despeinado.

Ahora mis manos eran pálidas y delgadas, con yemasagrietadas y uñas

mordidas. Manos ajenas.

“¿Cómo te llamas?”. Demandó Felicia, estaba de pie y me miraba con sus

relucientes ojos grises. Parecía hambrienta.

No tuve que contestar, la chica cuyo cuerpo estaba usando contestó por mí, de

la misma forma que los espíritus hablan a través de médiums.

“Candela”, dijo la voz que venía de mí. “Candela Zamorano”

“¿Y quién eres, CandelaZamorano?”

La voz contestó, las palabras brotaban a borbotones de mi boca, trayendo

intensas imágenes con ellas. Nació en Cáceres, fue una de cinco hermanos, su

padre murió en la guerra y ella trabajaba en el campo con su madre, recogiendo

espárragos, tomates, carillas, aceitunas…Y cuidando del ganado de vez en

cuando. También aprendió a coser, para llevar dinero a casa. Cosía porla

noche a la luz de las velas y, cuando se consumían, como no tenían dinero para

comprar más, salía a la calle a sentarse bajo una farola, usando su luz para

zurcir.

“¿Qué estabas haciendo la noche que moriste, Candela?”

En mi mente aparecieron calles estrechas y poco iluminadas, debido a que la

niebla difuminaba la luz de las farolas. Vi la cadena de la virgen descansandoen mi cuello y una aguja de metal oxidada trabajando bajo la débil luz de las

farolas. Se oyeron pasos en la niebla, y de repente, unas manos me asieron por

el cuello y me taparon la boca, ahogando mis gritos.

La aguja y la costura cayeron al suelo, y las manos que me sujetaban el cuello

usaron la cadena de plata para ahogarme, pero ésta se rompió y cayó.

Aproveché esemomento para escapar, corrí calle abajo entre jadeos y escuché

una voz ronca que gritaba algo, enojada. Oí sus pasos siguiéndome y torcí la

esquina de la calle, mi pecho subía y bajaba, y mi corazón latía acelerado.

Pero entonces, otras manos me cogieron por los hombros y la hoja de un

cuchillo destelló en la penumbra, rebanándome la piel.

La conexión se cortó y el Cambio se rompió,...