El camino del gerrero
-Eso no basta. Debes sentirlo todo; de otra manera el mundo pierde su sentido.
Formulé el clásico argumentode que no era necesario probar la sopa para conocer la receta, ni recibir
un choque eléctrico para saber de la electricidad.
-Ya transformaste todo en unaestupidez –dijo-. Ya veo que quieres agarrarte de tus razones a pesar de
que no te dan nada; quieres seguir siendo el mismo aun a costa de tu bienestar.
- No séde qué habla usted.
- Hablo del hecho de que no estás completo. No tienes paz.
La aserción me molestó. Me sentí ofendido. Pensé que don Juan no estaba calificadoen modo alguno
para juzgar mis actos ni mi personalidad.
- Estás lleno de problemas –dijo-. ¿Por qué?
- Sólo soy un hombre, don Juan –repuse malhumorado.Hice la afirmación en la misma vena en que mi padre solía hacerla. Cada vez que decía ser sólo un hombre, implicaba que era débil e indefenso y su frase, como lamía, rebosaba un esencial sentido de desesperanza.
Don Juan me escudriñó como el día en que nos conocimos.
- Piensas demasiado en ti mismo –dijo sonriendo-.Y eso te da una fatiga extraña que te hace cerrarte al mundo que te rodea y agarrarte de tus razones. Por eso tienes solamente problemas. Yo también soy sólo unhombre, pero no lo digo como tú lo dices.
- ¿Cómo lo dice usted?
-Yo me he salido de todos mis problemas. Qué lástima que mi vida sea tan corta y no me permitaaferrarme de todas las cosas que quisiera. Pero eso no es problema, ni punto de discusión; es sólo una
lástima.
Carlos Castaneda: “Una realidad aparte”
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