El Canalla San Antonio De Rufino Blanco Fombona

Páginas: 8 (1903 palabras) Publicado: 21 de mayo de 2012
El canalla San Antonio
Rufino Blanco Fombona

Se llamaba Casimiro Requena, y nació en una aldehuela de los Valles de Aragua. Su profesión consistía en vender agua a domicilio. Muy de mañanita se le encontraba a horcajadas en el anca de su burra pelicana: Gracia de Dios, como él la llamaba. Gracia de Dios, cargada, además, con dos barriles, tomaba el camino de un manantial vecino, donde el aguapura, cristalina, semejaba el agua de un filtro.

De regreso de la fuente, Gracia de Dios, cimbrándose con sus dos barriles llenos de agua, y con Requena caballero en el anca, atravesaba las mismas calles de siempre, se detenían ante las mismas casas y emprendía nuevamente, cada hora más o menos, el camino de la fontana.

Gracia de Dios parecía una persona, y en opinión de todo el mundo eramás inteligente que su amo y señor, Casimiro Requena. Casimiro, de carácter taciturno y mal genio, era asimismo torpe como un cerdo. Pequeño, barrigón, asanchado, semejábase a un tonel. Era bizco, y se afeitaba todo el rostro; pero no se afeitaba a menudo, por donde siempre parecía, a pesar de su lustrosa persona, con aspecto demacrado o aire de enfermo. Lo apodaban el Sacristán, tanto por su cararasa como por su fervorismo religioso, y porque en sus primeras mocedades fue monago. La fe del Sacristán no era mojigatería. Nunca sentimiento más sincero anidó en el pecho de un hombre. La fe de Casimiro era proverbial. Hasta las mujeres le daban bromas.

A la puerta de la iglesia, y al salir de misa la mañana de un domingo, cierto chusco de un corro, dirigiéndose a Requena:

— Casimiro —ledijo—, ¿quieres comprarme un hueso auténtico del Espíritu Santo?

Todo el mundo se echó a reir; pero Requena iba descuartizando al deslenguado.

— No haga usted caso de ese vagabundo, Casimiro; no se incomode —aventuró alguién con ironía.

— Cómo no hacerle caso —murmuraba Requena—, si viene a burlarse en mis barbas de las cosas divinas. ¡Un hueso del Espíritu Santo! ¡Ignorante! ¡Los huesosdel Espíritu Santo los tiene el Papa!

Casimiro era quien vestía las imágenes la víspera de la fiesta patronal, por Semana Santa y por Pascua. Era el primero que tomaba su cirio en las procesiones; era él, además, quien regalaba al cura los pollos más gordos, los marranitos mejor cebados, los nísperos más ricos y olorosos.

Casimiro prestaba todo género de servicios al cura, creyendo servir ala iglesia y, lo que es más, a Dios. Cierta ocasión el cura se valió de los buenos oficios del Sacristán contra "un enemigo de la iglesia".

Un jovenzuelo del lugar, recién llegado de Caracas, donde se empapó del volterianismo callejero, fundó un periodicucho jacobino, El Rayo, no mayor que un pañuelo. Allí insultó al Gobierno, en la persona del jefe civil, y al Clero, en la persona del cura.El magistrado era inamovible. Por enfermedad vivía de largo tiempo atrás en aquel pueblo, y como era inteligente, honrado y bueno, todo el mundo lo quería, y el Gobierno no pensaba en sustituirlo. El magistrado, pues, sonreía a los ataques de El Rayo. No así el cura. El cura contestó los ataques al Clero y a la Iglesia en El Mensaje Católico, diario provincial también. Pero sus argumentos nocontundían al adversario. El cura se comprendía menos fuerte que su enemigo.

Las opiniones se dividieron en el poblacho "los progresistas", es decir, los adeptos de El Rayo, contaron la mayoría. El periodista ateo triunfaba del cura. Entonces fue cuando el cura, como último argumento polémico, envió una medianoche a Casimiro Requena para que apalease al periodista.

— Lo mataré, señor cura; cuenteusted con que lo mato.

— Matarlo, no, hijo —argumentaba el cura. La muerte es un crimen. ¿Y crees tú que Dios perdonaría ese crimen? Una buena paliza. Con eso basta. Así abandonará el pueblo.

Casimiro Requena volvía a su idea.

— ¿Y si me ataca, señor cura? Si me ataca, lo mato. Lo mato por Dios, y Dios me lo perdonará.

El cura se daba cuenta de la situación. Si aquel animal...
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