el carnero
Juan Rodríguez Freile
CAPITULO X
En que se cuenta lo sucedido durante el gobierno del doctor Venero de Leiva. Su vuelta a España. La venida de don fray Luis Zapata de Cárdenas, segundo arzobispo de este Nuevo Reino, con la venida del licenciado Francisco Briceño, segundo presidente de la Real Audiencia, y tu muerte.
Gobernó el doctor Andrés Días Venero de Leiva este Reinotiempo de diez años, con grande cristiandad. Doña María Dondegardo, su legítima mujer, mujer valerosa, le ayudaba mucho a las obras de caridad, porque nadie salió de su presencia desconsolado.
El presidente mantenía a todos en paz y justicia; ponía gran calor en la conversión de los naturales, mandándolos poblar juntos en sus pueblos, fomentando las iglesias de ellos. Envió un oidor de la RealAudiencia a visitar la tierra y a dar calor a la poblazón de los naturales, y a defenderlos y desagraviarlos. Fue muy agradable el tiempo de su gobierno, y llamáronle el “siglo dorado.’,
En este tiempo sucedió en la ciudad de Tunja la muerte de Jorge Voto, que le mató don Pedro Bravo de Rivera, encomendero de Chivatá; y a este negocio fue el presidente en persona a aquella ciudad.
En esta sazónse pregonó aquel auto que dije atrás, acerca del servicio personal de estos naturales, sobre que no los cargasen, agraviasen y maltratasen; cerró el auto diciendo que lo cumpliesen “so pena de doscientos azotes.’, (1)
Halláronse muchos capitanes conquistadores en la esquina de la calle real cuando se dio este pregón. El que primero habló fue el capitán Zorro, echando el canto de la capa sobreel hombro izquierdo, y diciendo: “jVoto a Dios, señores capitanes, que es-
(1) Los encomenderos y vecinos del Nuevo Reino “estaban en costumbre de que los indios no sólo les diesen tributos de oro y mantas y esmeraldas y otras cosas de esta suerte, que son llamados tributos reales, pero otros aprovechamientos de ayuda de costa, como eran tantas cargas de leña y tántas de yerba cada semana, ytanta madera para bohíos; y no sólo habían de traer el trigo y maíz para su mantenimiento de sus casas, mas todo lo demás que se hubiese de vender y otras cosas de esta suerte, que serian largas de contar, y a esto llamaban tributo y servicio personal’,. Fray Pedro de Aguado. Recopilación Historial.
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tamos todos azotados! Pues este bellaco, ladrón, ganó por ven
tura la tierra?Síganme, caballeros, que lo he de hacer pedazos.,’
Partieron todos en tropa hacia las casas reales, terciadas las capas y empuñadas las espadas, diciendo palabras injuriosas.
Estaba el Adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada debajo de los portales de la plaza, hablando con el capitán Alonso de Olalla, el cojo; y aunque había oído la voz del pregón no sabía la substancia. Mas de ver a los capitanesalborotados, hablando en altas voces, de los delanteros se informó del caso; dejó al capitán Olalla, que se juntó con los demás, y con la mayor presteza que pudo subió a la sala del acuerdo, a donde halló al oidor Melchor Pérez de Artiaga, a quien se atribuyó este auto, porque el presidente estaba ausente, como queda dicho. Hallóle el Adelantado con una partesana en las manos; diole vocesdiciendo: ‘-A la vara del rey, a la vara del rey, que no es tiempo de partesanas!» Dij ose que la presidenta, doña María Dondegardo, que había acudido a la sala a reparar con su presencia parte del daño, le puso al oidor la vara en las manos.
Unos capitanes acudieron a la ventana del acuerdo, con las espadas desnudas, los puntas en alto, diciendo en altas voces:
“Echadnos acá ese ladrón, echadnos acáese bellaco»’ y otras palabras injuriosas. Los otros capitanes subieron a la sala del acuerdo, a donde hallaron a la puerta de él al Adelantado Jiménez de Quesada, el cual les respondió y requirió de parte del rey nuestro señor no pasasen de allí hasta que se enterasen de la verdad.
Los capitanes repitieron con mucha cólera la pena del auto. Respondió el oidor en alta voz: “Yo no he mandado...
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