El cartero del rey
Mariano era un hombre empedernido y sin corazón, conocido así por toda la gente del pueblo; pero un día llegó un pequeño niño a su vida y desde entonces Mariano cambió para siempre.
-Un día lluvioso se presentó el médico en su casa y le dijo: si su destino es que el niño viva, vivirá años y años; pero por lo que los libros dicen, me parece...Asustado Mariano exclama
- ¡ay, Dios mío, qué...! Bien claro lo dicen los libros: "humor bilioso, parálisis agitante, resfriado y gota. Todo empieza lo mismo"...
-¡Déjese usted de libros hombre! con tanta y tanta cosa, no consigue más que preocuparme. Yo quiero que me diga usted que es lo que se puede hacer... dijo Mariano.
-Pues que de ninguna manera se le deje salir de casa,- respondió el médico.-¡Pobre criatura! Tenerlo todo el día encerrado es demasiado, -dijo Mariano.
-Pues no hay otro remedio, el sol y la humedad del otoño pueden hacerle mucho daño, porque, como dicen los libros...
-Pero ¡Que me importa a mí lo que dicen sus libros! Vamos al grano, lo que usted dice es muy duro para la pobre criatura, me parte el corazón ver su cara cuando está tomando la medicina que usted ledio.
-Pues sepa usted que la medicina y los buenos consejos es lo que menos gusta, pero es lo que mejor sienta. Y ya me voy porque tengo mucho Que hacer.
En ese momento entró a la casa un viejo amigo de Mariano:
-¡Ya llegaste maldito, a llenar de tonterías la cabeza de las criaturas!- Dijo Mariano.
-Tú no eres un niño, ni tienes niños en casa,¿de qué te preocupas?- dijo el viejo.
-Es que ahoratengo un niño, recordarás que mi mujer siempre había insistido en que adoptáramos un niño- dijo Mariano.
-Bonito tiradero! ahora todo por lo que has trabajado en la vida se te irá en darle gusto al niño- le dijo el viejo.
-No. Porque como sé que el dinero que gano es para ese niño que quiero tanto, me da alegría ganarlo, dijo Mariano.
-Y ¡dónde encontraste al niño¡- preguntó el viejo.
-Es hijode un hermano de mi mujer, su madre murió hace tiempo, y hace una semana se quedó también sin padre. El médico dice que está muy enfermo y que no tiene esperanza de vida,- dijo Mariano.
-¡Pobre muchacho! -Dijo el viejo y salió de la casa.
El niño despierta y habla con su tío Mariano
-Tío ¿Me das permiso de salir un ratito a jugar? -Pregunta Adrián.
-No vida mía. No, el médico dice que no esbueno, hijo.
-¿Pero cómo lo sabe él? -le pregunta Adrián.
-¡Qué ocurrencias tienes! ¿Cómo no ha de saberlo, con tantos libros que lee?- dice Mariano.
-Yo me divierto más con ir a muchos sitios y ver todo lo que hay que ver. Como las montañas, los paisajes, los pueblos -dijo Adrián.
-Tú estás loco ¿no crees que si esa montaña está ahí, es por algo? si pudiéramos ir más allá. ¿Para qué amontonartanta piedra? -dijo Mariano.
-¿Tú crees tío, que la han hecho para que nadie pase?
-Pues a mí me parece que como la tierra no puede hablar levanta la mano y nos llama.
-¿Crees tú que los sabios sólo piensan en esas tonterías?, tendrían que estar tan locos como tú.
-Bueno, tengo que irme a trabajar hijo. ¿Verdad que no te vas a salir? -dice Mariano.
-No tío. No saldré; pero déjame estar en estecuarto para ver el camino por la ventana.
- Ok tío, así lo haré
Pasa un lechero vendiendo quesitos, Adrián lo escucha y lo llama:
-¡El de los quesitos, oye, el de los quesitos!
-¿Quieres comprar quesitos? le dice el lechero.
-¿Cómo quieres que los compre si no tengo dinero?- dice Adrián.
-Entonces, ¿para qué me llamas? -pregunta el lechero.
-Si yo pudiera, me iría contigo a ver el mundovendiendo quesitos y tener muchos amigos-dijo Adrián.
-Y tú, ¿Qué haces aquí?- dice el lechero.
-El médico me dijo que no saliera y aquí he estado sentado todo el día -dijo Adrián.
-Y ¿Qué tienes? - preguntó el lechero.
-No sé, cómo no soy sabio, no sé que tengo -dijo Adrián.
-Anda, ten, te regalo unos quesitos, dijo el lechero.
-Pero no tengo dinero -dijo Adrián.
-¡Deja el dinero! me iría...
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