El catedr tico de la mirada perdida

Páginas: 6 (1284 palabras) Publicado: 8 de marzo de 2015
El catedrático de la mirada perdida
Jorge Rivera Pizarro
“La principal parte de la felicidad radica en que uno quiera ser lo que es.”
Erasmo, El Elogio de la Locura

No olvidaré nunca ese rostro que parecía una bola de pelo negro. El hombre aquél vestía
en tonos oscuros, como si, la del rostro con la ropa, fuera una cierta armonía buscada. En
esa mañana otoñal, llevaba un suéter tejido,rojinegro, y pantalón de gabardina gris,
medias vino tinto y mocasines negros. Me sorprendió su mirada penetrante, fija en la
vitrina de Christian Dior, frente a la que yo calculaba el precio de un sobretodo azul.
Reparé en su figura cuando lo vi reflejado en la vidriera, de pie sobre el jardín que
remataba la ancha acera, inmóvil, como un maniquí más de la vitrina. Prolongué mi
observación, a propósito,para saber si me miraba a mi o a los trajes del escaparate.
Cuando me retiré, todavía siguió allí, hasta que lo perdí de vista.
Inteligencia privilegiada, me diría mi secretaria en algún momento, hijo de una familia
acomodada, aclaró. El comentario surgió cuando le hice notar mi asombro por haberlo
visto muchas veces en ese mismo lugar y con similar actitud, de pie o sentado en el plinto
del farolque adorna la esquina. No parecía que su interés fueran los trajes refinados,
pues, no lo vi nunca de saco y corbata. Vestía de manera informal, acorde con la sensación
térmica de cada día. Lo pude ver, también, semanas más tarde, afeitado y con corte de
pelo varonil, lo que corrigió mi primera impresión de desaliño. La expresión del rostro y la
mirada, sin embargo, seguían siendo, siempre, lasmismas. Incluso cuando caminaba por
el parque o por la calle del café donde yo solía tomar, al aire libre, mi capuchino
mañanero.
¿Qué estaría pasando por su mente? Autista, se me ocurrió pensar, en mis cavilaciones de
cafetín sobre la vida ajena. Dentro de una concha. De aquellos que se comportan como si
no hubiese gente alrededor. Obsesivas por la invariabilidad, ese tipo de personas cumplen
conrepetición monótona, su actividad: en este caso, caminar por la plaza con la mirada
perdida, pasar al lado de la mesita de café sin pretender ningún contacto visual, clavar los
ojos en la vitrina de los trajes que nunca pensaría comprar. Día tras día. ¿Desde niño
habría sido así? Pero no, esto no cuadraba, me lo habían pintado como persona
inteligente. Esquizofrenia, sugirió mi enciclopediainterior, ansiosa por dar respuestas a
preguntas que nadie me había formulado. Trastorno mental severo que afecta al
pensamiento, las emociones y el comportamiento.

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Poco tiempo después, entre papeles para firmar y recordatorios de la agenda de
entrevistas, mi secretaria me entregaría otra dosis de materia para mis divagaciones de
café: aquel personaje había sido, en su momento, profesoruniversitario. Por tanto, me
dije, de autismo, nada, ni dificultad para pensar con claridad, ni alucinaciones
esquizofrénicas. No habría podido nunca enseñar.
Absorto en las caprichosas formas que la borra del café dibujaba en el fondo de mi taza,
yo imaginaba la vida del catedrático de la mirada perdida. Sin duda, profesor acucioso,
habría sido prontamente abrumado por el “surmenage”, como antiguamente sellamaba
al colapso intelectual o al síndrome de fatiga crónica, una forma de estrés superlativo. Lo
había conocido de cerca, con ese nombre, en uno de mis maestros. De seguro enseñaba,
como él, filosofía. Ahora sí tendría explicación esa mirada abstracta. Lector voraz, en
incontables libros se habría tropezado con el ser y la nada, con la existencia humana
arrojada en el mundo, con la discusiónsobre si las cosas “son” pero no “existen”, con el
estudio de lo que pudo ser y no solo de lo que fue. Hasta saturar el genio y embotar su
mente.
En el intento por salir de aquel embrollo, recordaría El Elogio de la Locura: ”La existencia
más placentera consiste en no reflexionar nada”. El libro escrito por Erasmo en 1508, con
ánimo deliberadamente jocoso, lo ayudaría a no tomarse, a sí mismo, tan...
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