El celuloide y Humphrey Bogart
–La peorde todas –dijo Humphrey Bogart, y cogió la botella de whisky de malta y le dio un buen trago–. No me cabe duda.
Michael Curtiz le quitó la botella y la alivió de nuevo. Después se quedó mirándola.Calculó que quedaban como cuatro dedos. Lo justo para un trago más cada uno. Miró de nuevo hacia el frente y decidió terminar su parte.
–La peor –repitió Bogart quitándole la bebida. El director le miróa la cara con los ojos vidriosos no sólo por el octanaje que guardaba dentro, también por una mezcla de vergüenza y temor, y asintió en silencio.
La peor. Curtiz encajó esas dos palabras como lo queeran, dos puñetazos, y se dio cuenta que no por esperados dolían menos. ¿Qué dirían los jefes de la Warner? Hasta ahora había logrado mantenerlos a raya, ganar tiempo, pero sabía que de todos modosalgo ya les había llegado: el exceso de presupuesto, las peleas entre el reparto, los retrasos cada día, los continuos cambios de guión sobre la marcha... como esa escena en la que Hitler en personallegaba a Casablanca. Se echó las manos a la cabeza.
Humphrey Bogart tiró la botella al suelo, ya vacía, que empezó a rodar cuesta abajo hasta chocar con la pared, apagó el puro en el respaldo de labutaca de delante y le dio al director un par de palmadas en el hombro. Se levantaron, y mientras caminaban juntos hacia la puerta, pensaron que era imposible: nada se podía hacer por esa película....
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