EL CIELO PUEDE ESPERAR

Páginas: 9 (2117 palabras) Publicado: 24 de agosto de 2015
EL CIELO PUEDE ESPERAR, por María Gabriela De Boeck

Lo sé ahora: mi vida comenzó a dejar de pertenecerme en ese cementerio. Me vi obligado a
conocerlo cuando me encargaron que escribiera la historia de una ciudad a partir de sus
muertos. Era excepcionalmente acertado reconstruyendo tramas a partir de indicios o, por lo
menos, eso decían mis críticos. Desde la narrativa policial basada en casosreales a los cuentos
históricos con personajes marginales, las suculentas ficciones que mi lúcido desvarío daba a luz
en una noche de insomnio, deleitaban aún a los que no eran lectores. Algunos de mis títulos
fueron incluso filmados y alimenté inocentemente más de una fobia en las versiones de
algunos directores maestros del suspenso. Mi prosa tenía la magia- se comentaba- de que
provocaba aleer aún a los analfabetos. Así que gozo de cierto renombre, si se quiere.
Haciéndose eco de la moda en que se me puso, los funcionarios de esa ciudad que cumplía
doscientos años, me dieron los pormenores del trabajo especificando que querían que el
escrito llevara mi sello: el despliegue de nuevos puntos de vista sobre lo que parecía ya no
admitir más palabras. Ingeniosos: sólo quedaban los muertospara hablar y lo harían por mi
diestra mano. Les advertí, socarronamente, que los muertos no hablaban, excepto en las
historias de terror. Me replicaron:
-“Los muertos, que hablen los muertos, pero según ‘los vivos’, entendámonos señor. Y que
hablen bien.”
Y fue así que pronto comencé a rastrear en lápidas, placas y recordatorios de la necrópolis
local el recuerdo de los que quedaban, sobre losque se fueron. La lista de sus insignes muertos
era extensa y aburrida. La condición única: la historia sólo debía hablar de ellos y de nadie más.
Semanas tras semanas de visitas al cementerio me demandó la inusual y solitaria tarea. Me
volví más que un habitué, casi uno más, si no de los muertos, sí de los empleados del lugar.
Tomaba notas rastreando parentescos entre las ennegrecidas lápidas,comparaba y agregaba
datos buscando luego en los archivos, me atrevía a reconstruir las vidas que yo supuse que
ellos vivieron, por boca de los parientes o amigos que escribían en cada aniversario su
nostalgia en el bronce de las placas; en mis cavilosos pasos al regresar a casa desenmarañaba
sus días y los excusaba en alguna mancha que mi investigación hubiera podido sacar a luz
empañando susrecuerdos impecables… Y así cada día, por meses.
Mis visitas eran forzosas y precisas al principio; no terminaba de acostumbrarme al silencio de
los sepulcros y a la sombra fresca de las tumbas. Cuando a veces me sentaba a descansar, el
goce de esa paz hecha de trinos de pájaros y de la brisa que estremecía los cipreses,
embelesado frente a la pétrea perfección de las estatuas que admiraba comoobras de arte,
duraba minutos: de pronto recordaba que no estaba en un parque sino en una ciudad de
muertos. Y eso me espantaba. Entonces empezaba a anhelar la otra ciudad, la real, la ruidosa,
la anónima y despiadada; con el deambular autómata de su gente envuelta en el smog,
acorralados por el frío cemento de los edificios y los bocinazos de los colectivos impacientes.
Quizá sólo la anhelaba parasaberme parte de ese lado del muro que separaba los dos mundos,
pero afuera, vivo, sobre mis pies.

Me faltaba poco ya para cerrar el libro; doscientas páginas terminadas, algunas más por
escribir apenas rellenados algunos huecos y mi mente se despegaría de los pasillos del
silencioso laberinto de mármol. Me entusiasmaba la idea de dejar por fin el cementerio y de
sentir nostalgia de él en algúnatardecer. Hasta iba recuperando mi buen humor y mi
entusiasmo por la vida. ¡Qué irónico!
Y en uno de esos días sucedió. Al retirarme, finalizando ya la jornada, hice un recorrido
desacostumbrado, donde me enfrenté a mausoleos que no había visto antes. Sólo por
curiosidad, a paso normal, los miraba para captar el aspecto más llamativo: éste era una mole
imponente de mármol negro, sobre aquél se...
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