El Clan De La Foca
Meses después de derrotar al oso sanguinario que mató a su padre, Torak cree haber encontrado por fin en el Clan del Cuervo un entorno seguro y a salvo de los Devoradores de Almas. Sin embargo, su tranquilidad dura muy poco: una misteriosa enfermedad empieza a propagarse por el Bosque y el pánico cunde entre los clanes. Desesperado, Torak opta por emprender un peligroso viaje haciauna lejana isla,
donde al parecer se conoce un remedio secreto contra la terrible epidemia. Tras superar azarosas peripecias a riesgo de su propia vida, en la isla del Clan de la Foca lo esperan el enigmático hechicero Tenris, el anhelado reencuentro con Lobo y su amiga Renn y, más importante aún, un sorprendente descubrimiento sobre sí mismo.
Michelle Paver
EL CLAN DE LA FOCA
Crónicasde la Prehistoria II
Sobre la autora
Michelle Paver nació en Malawi, África. Sus padres se trasladaron a Inglaterra cuando ella tenía tres años. Paver estudió Bioquímica en la Universidad de Oxford y es abogada, profesión que ejerció durante trece años, antes de dedicarse exclusivamente a la literatura. El Clan de la Foca es el segundo libro de las CRÓNICAS DE LA PREHISTORIA, que se inicianc o n Hermano Lobo y relatan las aventuras de Torak y su lucha para vencer a los Devoradores de Almas. La serie CRÓNICAS DE LA PREHISTORIA surge de la pasión de Michelle Paver por los animales, la antropología y la historia. Sus viajes a Noruega, Laponia, Islandia y los Cárpatos han sido importantes fuentes de inspiración, así como su encuentro con un gran oso en un valle remoto del sur deCalifornia.
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La hembra de uro apareció de pronto entre los árboles al otro lado del río. Un instante antes, Torak estaba contemplando los sauces moteados de sol, y de repente ahí estaba el
animal. Era más alto que el más alto de los hombres y sus grandes cuernos curvos podrían ensartar un oso. Si cargaba contra él, Torak estaría en un aprieto. Por desgracia, el viento llevaba su olordirectamente hacia el uro. Torak contuvo la respiración al verlo arrugar el negro hocico y olisquear. El animal soltó un bufido y rascó la tierra con una pezuña enorme. Fue entonces cuando Torak vio al ternero entre los helechos, y se le revolvió el estómago. Los uros son criaturas mansas, excepto cuando
tienen terneros. Sin hacer ruido, retrocedió hacia las sombras. Si no la asustaba, quizá no leatacaría. La hembra de uro volvió a resoplar y revolvió los helechos con sus cuernos. Al cabo de unos instantes, pareció comprender que Torak no le estaba dando caza y se tumbó en el lodo para revolcarse. Torak exhaló un profundo suspiro. El ternero se acercó tambaleante a su madre, resbaló, soltó un balido y se cayó. La madre levantó la cabeza y lo ayudó a
ponerse en pie con el hocico; luegovolvió a tenderse en el lodazal. Agazapado tras un matorral de enebro, Torak se preguntó qué hacer. Fin-Kedinn, el líder del clan, lo había mandado en busca de un haz de corteza de sauce que habían dejado en remojo en el río; no quería volver al campamento sin él, pero tampoco quería que lo aplastara un uro. Decidió esperar a que el animal se marchara. Era un día caluroso de los inicios de la LunaSin Penumbra, y el Bosque estaba amodorrado de sol.
Los cantos de los pájaros resonaban entre los árboles; una brisa cálida del sureste traía el dulzor de la tila. Al cabo de un rato Torak se sosegó del todo. Oyó a unos jóvenes verderones disputarse a chillidos la comida en un avellano. Observó una serpiente que tomaba el sol en una roca. Trató de concentrar sus pensamientos en eso pero, comole sucedía con tanta frecuencia, divagaron hacia Lobo. Lobo sería para entonces casi adulto, aunque apenas era un lobezno cuando Torak lo había conocido; un
lobezno que tropezaba sobre sus patas y siempre quería que Torak le diera bayas de arrayán… «No pienses en Lobo — se dijo con firmeza— . Se ha ido. Jamás volverá. Piensa en el uro, o en la serpiente, o…» En ese momento vio al cazador....
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