El Cobrador Ruben Fonseca

Páginas: 23 (5744 palabras) Publicado: 14 de marzo de 2013
El Cobrador
En la puerta de la calle, una dentadura enorme; debajo, escrito, Dr. Carvalho, Dentista. En la sala de espera vacía, un cartel, Espere, por favor, el doctor está atendiendo a un cliente.
Esperé media hora, con la muela rabiando. La puerta se abrió y apareció una mujer acompañada de un tipo grandón, de unos cuarenta años, con bata blanca.
Entré en el consultorio, me senté en elsillón, el dentista me sujetó al pescuezo una servilleta de papel. Abrí la boca y dije que la muela de atrás me dolía mucho. Él miró con un espejito y preguntó por qué había descuidado la boca de aquella manera.
Como para partirse de risa. Tienen gracia estos tipos.
Voy a tener que arrancársela, dijo, le quedan ya pocos dientes, y si no hacemos un tratamiento rápido los va a perder todos, hasta estos– y dio un golpecito sonoro en los de delante.
Una inyección de anestesia en la encía. Me mostró la muela en la punta del botador: la raíz está podrida, ¿ve?, dijo como al desgaire. Son cuatrocientos cruceiros.
De risa. Ni hablar, dije.
¿Ni hablar, qué?
Que no tengo los cuatrocientos cruceiros. Me encaminé hacia la puerta.
Me cerró el paso con el cuerpo. Será mejor que pague, dijo. Era untipo alto, manos grandes y fuertes muñecas de tanto arrancar muelas a los desgraciados. Mi pinta, un poco canija, envalentona a cierta gente. Odio a los dentistas, a los comerciantes, a los abogados, a los industriales, a los funcionarios, a los médicos, a los ejecutivos, a toda esa canalla. Tienen muchas que pagarme todos ellos. Abrí la camisa, saqué el 38, y pregunté con tanta rabia, que unagotita de saliva salió disparada hacia su cara: ¿qué tal si te meto esto culo arriba? Se quedó blanco, retrocedió. Apuntándole al pecho con el revolver empecé a aliviar mi corazón: arranqué los cajones de los armarios, lo tiré todo por el suelo, la emprendí a puntapiés con los frasquitos, como si fueran balones; daban contra la pared y estallaban. Hacer añicos las escupideras y los motores me costómás, hasta me hice daño en las manos y en los pies. El dentista me miraba, varias veces pareció a punto de saltar sobre mi, me hubiera gustado que lo hiciera, para pegarle un tiro en aquel barrigón lleno de mierda.
¡No pago nada! ¡Me he hartado de pagar!, le grité. ¡Ahora soy yo quién cobra!
Le pegué un tiro en la rodilla. Tendría que haber matado a aquel hijoputa.
La calle abarrotada de gente. Aveces digo para mi, y hasta para fuera ¡todos me las tienen que pagar! ¡Todos me deben algo! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben. Un ciego pide limosna agitando una escudilla de aluminio con unas monedas. Le arreo una patada en la escudilla, el tintineo de las monedas me irrita. Calle Marechal Floriano, armería, farmacia, banco, fotógrafo,Light, vacuna, médico, Ducal, gente a montones. Por las mañanas no hay quien avance camino de la Central, la multitud viene arrollando como una enorme oruga ocupando toda la acera.
Me cabrean estos tipos que tiran de Mercedes. También me fastidia la bocina de un coche. Anoche fui a ver a un tipo que tenía una Mágnum con silenciador para vender y cuando estaba atravesando la calle tocó la bocina unfulano que había ido a jugar al tenis en uno de aquellos clubs finolis de por allá. Yo iba distraído, que estaba pensando en la Mágnum, cuando sonó la bocina. Vi que el auto venía lentamente y me quedé parado.
¡Eh! ¿Qué pasa?, gritó.
Era de noche y no había nadie por allí. El iba vestido de blanco. Saqué el 38 y disparé contra el parabrisas, más para cascarle el vidrio que para darle a él. Arrancóa toda prisa, como para atropellarme o huir, o las dos cosas. Me eché a un lado, pasó el coche, los neumáticos chirriando sobre el asfalto. Se paró un poco más allá. Me acerqué. El tipo estaba tumbado con la cabeza hacia atrás, la cara y el cuerpo cubiertos de millares de astillitas de cristal. Sangraba mucho, con una herida en el cuello, y llevaba ya el traje blanco todo manchado de rojo....
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