El colocolo

Páginas: 17 (4104 palabras) Publicado: 6 de noviembre de 2011
El colo colo

Negra y fría era la noche en torno y encima del rancho de José Maria Pincheira, uno de los últimos del fundo Los Perales. Eran ya más de las nueve y hacía rato que el silencio, montado en su macho negro, dominaba los caminos que dormían vigilados por los esbeltos álamos y los copudos boldos. Los queltehues gritaban, de rato en rato, anunciando lluvia, y algún guairao perdidodejaba caer, mientras volaba, su graznido estridente…
Dentro del rancho la claridad era muy poco mayor que afuera y la única luz que allí brillaba era la de una vela que se consumía en una palmatoria de cobre. En el Centro del rancho había un brasero y alrededor de él dos hombres emponchados. Sobre las encendidas brasas se veía una olla llena de vino caliente, en el cual uno de los emponchados, JoséManuel, dejaba caer pequeños trozos de canela y cáscaras de naranjas.
-Esto se está poniendo como caldo -murmuró José Manuel.
-Y tan oloroso… Déjame probarlo -dijo su acompañante.
-No, todavía le falta, Antuco.
-¡Psch! Hace rato que me está diciendo lo mismo. Por el olorcito, parece que ya está bueno.
-No. Acuérdese que tenemos que esperar al compadre Vicente y que si nos ponemos aprobarlo, cuando él llegue no habrá ni gota.
-¡Pero tantísimo que se demora!
-Pero si no fue allí no más, pues, señor. Tenía que llegar hasta los potreros del Algarrobillo, y arreando. Por el camino, de vuelta, lo habrán detenido los amigos para echar un traguito.
-Sí, un traguito… Mientras el caballero le estará atracando tupido al mosto, nosotros estamos aquí escupiendo cortito con el olor.-Déjame probarlo, José Manuel.
-Bueno, ya está, condenado; me la ganaste. Toma.
Metió José Manuel un jarrito de lata en la olla y lo sacó chorreando de oloroso y humeante vino, que pasó a su amigo, el cual, atusándose los bigotes, se dispuso a beberlo. En ese instante se sintió en el camino el galope de un caballo; después, una voz fuerte dijo:
-¡Compadre José Manuel!
-¡Listo! -gritóPincheira, levantándose, y en seguida a su compañero-: ¿No te dije, porfiado, que llegaría pronto?
-Que llegue o no, yo no pierdo la bocarada.
Y se bebió apresuradamente el vino, quemándose casi.
Frente a la puerta del rancho, el campero Vicente Montero había detenido su caballo.
-Baje pues, compadre.
-A bajarme voy…
Desmontó. Era un hombre alto, macizo, con las piernas arqueadas, vestido ausanza campesina.
-Entre, compadre; lo estoy esperando con un traguito de vino caliente.
-¡Ah, eso es muy bueno para matar el bichito! Aunque ya vengo medio caramboleado. En casa del chico Aurelio, casi me atoraron con vino.
Avanzó a largos y separados pasos, haciendo sonar sus grandes espuelas, golpeándose las polainas con la gruesa penca. A la escasa luz de la vela se vio un instante elrostro de Vicente Montero, obscuro, fuerte, de cuadrada barba negra. Después se hundió en la sombra, mientras los largos brazos buscaban un asiento.
-Está haciendo frío.
-Debe estar lloviendo en la costa.
-Bueno, vamos a ver el vinito.
-Sirve, Antuco.
Llenó Antonio el jarrito y se lo ofreció a Vicente. Éste lo tomó, aspiró el vaho caliente que despedía el vino, hizo una mueca de fruición conla nariz y empezó a bebérselo a sorbitos, dejando escapar gruñidos de satisfacción.
-Esto está bueno, muy bueno. Apuesto que fue Antuco el que lo hizo. Es buenazo para preparar mixturas. Creo que se ha pasado la vida en eso.
-No -protestó Pincheira-. lo hice yo, y si no fuera porque lo cuidé tanto, Antuco lo habría acabado probándolo.
Rió estruendosamente Vicente Montero. Devolvió el jarritoy Antonio lo llenó de nuevo, sirviéndole esta vez a José Manuel.
-Bueno, cuenta. ¿cómo te fue por allá?
-Bien; dejé los animales en el potrero y después me entretuve hablando con las amistades.
-¿Cómo está la gente?
-Todos alentados… ¡Ah, no! Ahora que me acuerdo, hay un enfermo.
-¿Quién?
-Taita Gil. Pobre viejo, se va como un ovillo.
-¿Y qué tiene?
-¡Quién sabe! Allá dicen que es...
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