El Concierto Que No Vivimos

Páginas: 5 (1232 palabras) Publicado: 9 de abril de 2015
El concierto que no vivimos
Kevin Álvarez

El Viernes Santo me trasladé a San Juan del Sur para vacacionar junto a la familia de mi novia y ella, por supuesto. A las 5:34 que llegamos, desempacamos todo el equipaje para acoplarnos en los cuartos asignados. Yo dormí solo. La habitación, de hecho, está diseñada para ser unipersonal.
Misteriosamente nadie arribó cansado. Al parecer, el escenarioacuático y el tacto de los pies desnudos con la arena, simula ser una bebida isotónica que estimula los niveles energéticos del cuerpo para que este, a través de la vista, permita a la persona observar, por ejemplo, cómo la marea choca contra las piedras que están en el cimiento del promontorio de la bahía, ahí mismo donde se encuentra el Cristo Redentor, en la cúpula de este. Entre otras escenasdel paisaje. Así finalizó la tarde de la familia Marenco, quienes descansando sobre sillas de mar, en la ensenada de la playa, y formados en hilera, esperaron el momento para ser llamados a cenar.
La cena estuvo lista hasta las 8 P.M. y a eso de las 7:30 P.M., mientras las féminas adornaban su rostro con polvos coloridos a través de movimientos circulares en sus mejillas, tomé una siesta de mediahora; fue de esos descansos cortos que al despertar dan la sensación de que se prolongaron por horas, o por días.
Desperté justo al momento de la cena, quizás fue el olor de carnes como cerdo, pollo y res, que emergía de la cocina, para abrazar las narices de todos los que habitaban la casa, o mi reloj biológico se sincronizó con mi hambriento estómago.
Las cinco personas que asistiríamos a lafiesta, nos adelantamos en comer para no retrasarnos aún más. Aunque de no haber existido alguna fiesta, de igual forma lo hubiésemos hecho. Cada uno tomó su plato de cerámica blanco y redondo, como las tortillas de maíz que acompañaban las carnes antes mencionadas. Lo cubrimos completamente de comida y nuestras manos, que estaban siendo aplastadas por el plato, sentían cómo su peso aumentabaconforme seleccionábamos más carne.
Todos conversábamos amenamente, como si acaso la fiesta esperaría por nosotros para iniciar. El sonido del oleaje del mar se perdía entre nuestras voces, que emitían comentarios sobre algún tema en desarrollo y a veces que nuestros oídos se paralizaban para escuchar las vivencias de Marta en la universidad.
Terminamos de comer y emprendimos la breve marcha haciael porche de la casa, donde la oscuridad del tiempo tomaba con sus manos y escondía al Yaris negro, el cual nos transportaría al centro de San Juan del Sur. Abordamos el vehículo, los cinco embonamos cómodamente y sin apretujes.
Mario sudaba tanto que daba la sensación que su cuerpo era una esponja húmeda que era oprimida todo el tiempo. Hasta en el interior del carro, donde el aire acondicionadoestaba en la potencia cuatro. María del Mar, realizaba el ritual de revisar sus bolsillos para verificar la permanencia de las entradas, como si por alguna razón el mundo conspiraría en contra de ella y desaparecía los tickets como un acto de ficción.
El tráfico estaba sobrepoblado y producía sofocación en quienes teníamos los minutos casi limitados. Un segundo que perdíamos no estando en elconcierto, significaba un centavo de dólar menos que ya no podíamos disfrutar.
Tratábamos de distender la desesperación que ya ni siquiera cabía en el interior de aquel vehículo, conversando sobre el estereotipo que existe con el cuerpo de las porristas, que si las “gordas” pueden ser parte de ese tipo de agrupación atléticas o no.
Cada 100 que expulsábamos, avanzábamos un metro. Tantos carros nopodían alcanzar en un pueblo que no da cabida para muchos, y a pesar de conocer el escenario que se les presenta en esa época de verano, no cuenta con parqueos estables que estén próximo a la playa, porque, si acaso se cree que llegar caminando es seguro a cualquier hora del día, se está en lo correcto solo si la decisión es efectuarlo mientras haya luz del sol.
Rondamos las calles como si...
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