El Conde Y Su Biblioteca

El conde y su biblioteca

Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o
soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado
Jorge Luis Borges, El Sur

El conde, degustando el coñac vertido en su copa de cristal, apreció el atardecer que se le presentaba a través del ventanal, instalado en el margen circular de la biblioteca del castillo, separado del dorado y verde mundoexterior por las obras de madera y piedra que sus antepasados habían conquistado, hace doscientos años atrás.
La biblioteca se hallaba instalada en el último nivel de una de las torres del castillo. El conde, decadente descendiente de una estirpe valerosa y audaz, jamás supo mayor cosa acerca de su familia, aparte que desde niño fue atendido por sirvientes amables, siempre dispuestos a darlecompañía. Le sorprendía claramente la fisionomía de los sirvientes, tan distintos a él… Pero aquello era una razón más para quererlos por lo que eran y no por lo que aparentaban. Se mostraba generoso, por tanto, con ellos. Sus ingresos eran otro de los misterios que rondaban su historia, acaso un extraño prodigio que le aseguraba caudales inextinguibles. Ahora bien, los sirvientes, de maneraimprovisa, dejaron de asistirlo. Aquejados por el tiempo y el umbral del propio destino, fueron desapareciendo. Nadie pudo contarle a ciencia cierta quién era, de donde venía. Transcurrieron largos años; inexorable avance del tiempo que el conde apreciaba en todo lo que le rodeaba: antiguas espadas y armaduras de sus antepasados, tapices bélicos y cuadros con temas nostálgicos daban a todo el castillo unaire de intemporalidad, de irrealidad no forzada.
Era en ese mundo donde el conde vivía, de pronto falto de compañía. Conoció la soledad y el silencio, medrando en los sonidos propios del castillo, el cual hablaba a su manera, transmitiendo los ecos de un pasado perdido. El conde, indefectiblemente solo, buscó refugio en su biblioteca, atareado como estaba en la empresa de echar luces sobre supersona y su ascendencia. Una vez que llegó por sus propios medios a la biblioteca, no pudo sino sorprenderse. Era quizás la estancia más simple de todo el castillo, pero lo que realmente resaltaba era su circularidad, perfectamente demarcada, como si hubiese sido concebida por el grafito y el compás de un poderoso gigante. Tal vez lo fuera, pensó el conde, aunque un poco sobresaltado por lo insulsode la idea misma. Asimismo, los anaqueles dispuestos en las paredes denotaban una misma circularidad en paralelo al muro de la estancia, así como las mesas de estudio circulares y la previsible silla de la misma forma; los ventanales, que por las tardes permitían que el recinto se inundara de luz confortable, estaban combados siguiendo el patrón de los muros. Ciertamente, toda esta repeticiónresultaba algo exagerada, una excentricidad de sus antepasados o del anterior dueño del castillo, derrotado por la astucia. El conde fatigó libros y enciclopedias, estudiando los textos hasta muy entrada la noche, iluminado por la pálida luna. Cada texto denotaba fragmentos de su historia personal, más bien dicho, de su familia. Relataban asimismo los hechos acaecidos doscientos años atrás, donde unilustre antepasado sirvió a un joven de manera loable; detalla además la lucha por la posesión del castillo, con su dueño asesinado y el baluarte tomado por la fuerza. Detallan además eventos posteriores: cierta jovencita, perdida por aquellos lares, fue auxiliada por otro de los antepasados del conde, personaje que se le antojó algo díscolo y poco atractivo, especialmente en lo concerniente a sunaturaleza volátil. Uno de sus parientes fue un portentoso detective, más símil a las características de un frío autómata que a las volubles cualidades propias del ser humano; un segundo fue un intrépido capitán de fragata, obstinado en servir a su Rey en el mar y en la guerra. Otro de su estirpe le resultó más interesante, un antiguo húsar envuelto en un eterno duelo contra un termocéfalo...