El consorte de la cigarra
Lo único presente en la vida deBurbugundia era rocío fresco durante las soleadas mañanas y un sonido de timbales presurosos al ocaso; también podía contar su no muy noble existencia con vuelos vespertinos entre la espesa jungla deverdor, retumbando el silencio de la atmósfera con la rimbombante melodía de sus alas membranosas.
La vida de una chicharra común y corriente no era ni es muy glamorosa.
Tal vez fue por eso,anhelando salir de su monótona vida de bicho de las profundidades, que fijó sus miles de omatidios que hacían las veces de ojos encantadores en un hombre; hubiera sido aceptable enamorarse de un zángano, deun avispón o de una libélula pero Burbugundia siempre se había considerado como un tanto diferente.
Fue esa mañana cuando tras la salida del astro rey al poniente las hojas de naranja dejaron undelicioso rocío perfumado. Las primeras en tomar su parte fueron las abejas, listas y dispuestas para conseguir las primicias de su miel. Las cigarras eran las siguientes pero atinó a llegar -nadie supo dedonde- un ser tan alto como un árbol, con ojos de chocolate y cabello dorado eligiendo reposar bajo la tempranera del azahar.
Miles de insectos huyeron presurosos, con esa augusta melancolía quesuele imperar en las misas de difuntos. Se fueron todos, menos Burbugundia que era la menor de las chicharras, prefiriendo dibujar un corazón entre nubes con su peculiar zumbido.
El misterioso...
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